Techos, paredes y cielorrasos construidos con paneles de rastrojos de trigo, una realidad que se acerca al país. Con una inversión de alrededor de 7 millones de dólares, la empresa Bioceres, junto a socios nacionales e internacionales, pondrá el año próximo en funcionamiento en Tandil una fábrica de paneles de construcción, cuya materia prima será el rastrojo de trigo.
Si bien es una iniciativa local, el proyecto tiene un socio australiano: la empresa Ortech, que desde 1985 fabrica este tipo de materiales. También forman parte del desarrollo el municipio de Tandil, la Cooperativa de Viviendas Falucho y productores de trigo de la zona.
En la Argentina no existe este tipo de emprendimientos, pero en Australia y Estados Unidos la utilización de los biomateriales es frecuente desde hace más de 50 años. Para Claudio Dunan, director de Estrategia de la empresa argentina, lo que se busca es subirse al nuevo paradigma de conciencia verde y alinearse a políticas relacionadas al cambio climático.
«Queremos seguir agregando valor a la producción del trigo, que no es solo grano. Esa biomasa te permite la extracción del 20% del rastrojo en zonas de alta producción, sin afectar la sustentabilidad del suelo», dijo.
«Hay una posibilidad de extracción, calculando unas 200.000 hectáreas de cultivo, de que la planta necesita solo 15.000 toneladas por año para trabajar», añadió.
Según explicó, estiman fabricar unos 750.000 metros cuadrados de paneles de trigo prensado al año. El procedimiento es sencillo: se trae el rastrojo de trigo en fardos o rollos que entran en una máquina y con presión y temperatura se genera un panel de un metro y medio de ancho hasta tres metros de largo. «Esta es la nueva realidad. Apostamos a esto porque es la tendencia de lo que va a ocurrir», dijo.
Una de las claves del producto final en cuanto a lo ambiental tiene que ver con la fijación del carbono, que en lugar de ser emitido, se rescata y queda atrapado en las placas. «Lo interesante es la sinergia del trigo con el ambiente. La Argentina debe bajar sus emisiones de carbono por el Acuerdo de París de 2015», detalló.
Para el ejecutivo, las ventajas del producto son muchas: «Es muy competitivo con respecto a la construcción tradicional no solo en la rapidez para construir, también es térmico, brinda aislamiento acústico, tiene resistencia al fuego y su durabilidad es enorme».
Por experiencias foráneas, las placas tienen una durabilidad de alrededor de 80 años y «cuando acaban con su uso, se entierran para convertirse en materia orgánica que regresa al suelo».
Actualmente en el mercado mundial la bioconstrucción representa US$230.000 millones y se espera que para 2025 sea de US$275.000 millones en paneles, en tanto en la Argentina, la construcción «verde» en paneles es de US$400 a US$500 millones.