Con el precio de la leche cruda por debajo de los $ 2,50, casi un peso menos que hace 6 meses, los tambos llegan a la etapa más calurosa del año casi sin margen financiero. En estos meses difíciles, con fuertes tensiones con las industrias lácteas, cuentan que bajaron todos los costos posibles y ahora miran con preocupación el progresivo repunte en el precio de algunos insumos claves, como el maíz.
“Los ajustes productivos ya están al límite y en unas semanas comienza el calor, que baja entre un 20% y un 25% la producción de leche. Encima hay que afrontar esta etapa sin resto económico y con una catarata de obligaciones financieras que nos va a terminar comiendo el capital, que en nuestro caso son vacas de alta producción”, se sinceró, en diálogo con Clarín Rural, Marcelo Dándolo, que gestiona un tambo mediano en María Luisa (Santa Fe), en el límite norte de la cuenca lechera central, que atraviesa el centro y sur de Santa Fe y Córdoba.
En el INTA Rafaela, el centro de referencia más importante de lechería a nivel nacional, a los técnicos también les preocupa que los ajustes y golpes de timón que tienen que hacer los tamberos, en medio de esta tormenta financiera, impacten sobre la sustentabilidad de estos establecimientos.
“Ante un panorama dominado por la incertidumbre que genera este escenario bajista para los precios de la leche en tranquera, el sentido común y la billetera recomiendan bajar los gastos. Pero a veces las decisiones que se toman con apuro por el desánimo y sin un análisis profundo, no suelen ser las mejores”, advierte un informe del INTA Rafaela titulado “Ajustando con criterio”.
Los asesores de los productores reconocen que en este punto ya es muy complejo encontrar variables en las que se pueden achicar gastos sin comprometer el ordeñe. “Hay que reducir costos en las cuestiones que no impactan en lo productivo, porque cuando se comienza a caer en la cantidad de litros ordeñados es como morirse más rápido”, aseguró el ingeniero Federico Vionnet, que asesora tambos en Santa Fe y Córdoba.
En primer lugar, Vionnet recomendó eliminar las vacas -es decir, venderlas para carne- que no están produciendo leche con eficiencia. “En este contexto, no tiene sentido quedarse con una vaca de 5.000 litros por lactancia (entre 15 y 18 litros diarios, aproximadamente). Es realmente perder plata”, advirtió el asesor. En la misma situación están las vacas con problemas para preñarse y patologías reproductivas.
Lo que en su visión no debe hacerse es intentar ahorrar en la ración, porque eso termina golpeando el ritmo del ordeñe. “La idea es alimentar lo mejor posible las mejores vacas, pero en realidad los tamberos sienten que es una receta para estirar la agonía, ya que con estos números es imposible”, reconoció.
En la provincia de Buenos Aires, la segunda cuenca lechera del país, el último informe de la Cámara de Productores de la Cuenca del Oeste de Buenos Aires (Caprolecoba) cuenta que los tamberos y sus equipos de trabajo también multiplican los ajustes tranqueras adentro, en busca de la eficiencia y la productividad que les permita superar este período crítico y para poder llegar de pie al momento de la recuperación.
“En estos meses se acentúa la presión de selección sobre los rodeos. A pesar de las buenas relaciones de precios con los granos, se reduce su participación en las dietas, se reformula la composición de los suplementos, y donde el pasto acompaña se recorta a veces incluso el silaje que se suministra. Es una situación muy complicada”, asegura el informe de Caprolecoba.
En Santa Fe, Dándolo indicó que la selección de vacas ya la hicieron. “El problema es que es muy difícil seguir ajustando cuando te pagan tarde y poco. Y esta situación también afecta la cadena de pagos con nuestros proveedores”, insistió.
En este contexto, el tambero apostó a llevar los terneros holando a los 150 kilos para vendérselos a los invernadores, como estrategia para sostener la empresa en estos últimos meses, pero es un parche financiero que no alcanza en un escenario en el que la ecuación económica del negocio central no cierra. Es que la leche fluida vale menos que el año pasado y la mayoría de los costos vuelan por la inflación.
En San Jerónimo Norte (centro de Santa Fe), Liliana Meynet le ajustó todas las tuercas posibles a su tambo, que está ubicado a pocos kilómetros de la planta que elabora los famosos quesos Adler.
“Nosotros bajamos todos los gastos que no ponen en compromiso la situación física de las vacas. Y tratamos de ahorrar hasta en el uso de los productos de limpieza, pero con estos números el negocio es insostenible. Trabajamos por inercia”, aseguró Meynet.
La crisis de la lechería, además, afectó otros ingresos tradicionales de los productores. En el tambo de Meynet, que se caracteriza por su buena genética, también venden vaquillonas a otros tambos.
“El problema es que el precio cayó un 50% por la coyuntura del negocio lechero y las terminás regalando, con el esfuerzo que nos implicó criarlas”, contó. El otro grave problema es que algunas industrias lácteas, que antes pagaban la factura mensual de la leche cada 30 días, ahora demoran hasta 70 días, según los tamberos.
Para Dándolo, Vionnet y Meynet, los próximos tres o cuatro meses van a ser críticos. “La verdad que estamos pensando cómo pasar el verano. Es que al calor es probable que haya que sumarle el encharcamiento de las alfalfas porque se pronostican lluvias intensas por El Niño”, explicó Dándolo.
En Santa Fe, los tamberos le pidieron al gobierno provincial y nacional que les anticipen dos liquidaciones para mantenerse a flote estos meses y luego, en un escenario más favorable ir devolviendo este financiamiento.
La crisis de la lechería en parte se relaciona con el derrumbe del precio internacional de la leche en polvo (que ahora oscila entre los U$S 2.500 y U$S 2.900 por tonelada, pero que tuvo picos de U$S 5.000 hace un año y medio), pero en la Argentina a estas dificultades hay que sumar que el mercado interno está sobrestockeado y que el sector viene estancado desde hace más de diez años por la falta de políticas de estímulo, las intervenciones del mercado lechero y la competencia con la agricultura, entre otros factores.
“Estoy muy preocupado. Es un escenario en el que pueden volver a desaparecer muchos tamberos. Hay que tener en cuenta que en la Argentina el 70% de la leche se produce en campos arrendados y con estos números esos productores no se pueden sostener”, concluyó Vionnet.