Afirman que el repunte de las economías regionales no es cierto

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Mientras los datos de la macro nacional están indicando una cierta reactivación, en los datos desagregados por sector, surge que las economías regionales todavía están lejos.

Rodolfo Cavagnaro realizó un detallado informe y análisis para la Bolsa de Comercio de Mendoza, sobre la real situación que atraviesan las economías regionales.
Compartimos a continuación el informe:
Las economías regionales, especialmente la cuyana, tienen una clara dependencia de tipo de cambio real, es decir, de la paridad nominal del tipo de cambio menos la carga inflacionaria. Es que el grueso de nuestra producción primaria y agroindustrial están dimensionados para el comercio exterior. Cuando ese tipo de cambio es ato, Mendoza reacciona por sobre la media nacional, pero cuando es la inversa, cae por encima de la media.
En los últimos cinco años la competitividad del tipo de cambio fue afectada por la inflación y el cepo cambiario. Pero al asumir el nuevo gobierno se liberó el tipo de cambio y se comenzaron a hacer ajustes para corregir atrasos tarifarios que dispararon la inflación y terminaron neutralizando la corrección de la cotización del dólar.
En la actualidad, el tipo de cambio real estaría atrasado un 17% pero la situación no parece tan simple ya que no se puede recurrir a una nueva devaluación pues se corre el riesgo de reavivar el pulso inflacionario y entrar en una carrera loca.
El problema principal, que es lento de resolver, pasa por trabajar sobre los componentes de costos que hacen que la producción, al ser más cara en términos internacionales, necesite de un tipo de cambio más alto.
Distintos problemas sectoriales
El sector vitivinícola ha sido, posiblemente, uno de los que mejor se armó para enfrentar la competencia en términos internacionales. Se introdujeron mejoras tecnológicas tanto en la producción de vides como para la elaboración y conservación de vinos.
Pero bastó para que el atraso cambiario se instalara para que comenzaran problemas comerciales que afectaron las ventas de las franjas más najas de precio, que son las que sacaban mayor volumen al exterior. En cinco años se han perdido ventas por muchos millones de litros y eso fue presionando a las empresas a volcarse de forma más intensiva al mercado interno. El tema de competitividad también se ha extendido a los vinos básicos a granel en virtud de los aumentos de precios que sufrieron a partir de la menor cosecha del último año.
Más allá de los avatares de ciertos accidentes climáticos que afectaron los volúmenes de producción, la industria se enfrenta a problemas estructurales que una devaluación no va a eliminar. Algunos tienen que ver con cadenas de costos y otros con problemas de mercado.
Los temas de costos están ligados a problemas de logística, a la dependencia de algunos proveedores, pero, fundamentalmente, al componente impositivo involucrado en toda la operación. Pero este es un problema de gran magnitud que está afectando a toda la economía en su conjunto. Sobre todo, a las actividades que tienen mayor valor agregado.
La industria atraviesa por una necesidad de modernizar las inversiones que se hicieron en la década de los ´90 y 2000, pero hay un problema serio de carencia de créditos a costos razonables. Todo esto hace que para muchas empresas se les haga cada día más difícil mantenerse ya que las exigencias de mercado y las presiones de costos exigen escalas cada día más altas.
Esto está generando un proceso de concentración que algunos consideran razonable, pero que parece inevitable. Las pequeñas empresas no pueden hacer frente a estudios de mercado, a informes agroclimáticos, a estudios que les permitan modernizar la gestión. A pesar de ser obligatorio, muy pocas empresas han certificado las Buenas Prácticas de Manufactura (BPM) y esto muestra una brecha de competitividad entre empresas que es muy significativa.
Otros sectores en crisis
El más clásico es el de la fruticultura. La persistencia de sistemas de producción primarios con bajos índices de productividad llevó a a que muchos montes frutales se perdieran. En unos casos porque los costos los alejaban de los mercados externos, porque cayeron en manos de intermediarios y los que estaban integrados se encontraron con esquemas cambiarios desfavorables, que aún subsisten.
Esta situación se extendió al sector agroindustrial. Han quedado muy pocas empresas. Algunas que cayeron fueron compradas por cadenas mayoristas otras en crisis profundas y con problemas cambiarios para exportar, teniendo, además, crisis en Brasil, que era el principal comprador. En el sector hortícola, salvo el ajo, con menos superficies implantadas, el resto ha perdido zonas productivas en manos de una urbanización desordenada.
Un caso particular es el del tomate. Hace tiempo se sabe que es necesario ir a esquemas de agricultura de precisión para conseguir elevados rindes. Desde el programa Tomate 2000, que lleva adelante el INTA La Consulta se han hecho grandes aportes, pero aun así hoy la Argentina importa pasta de tomate para abastecer el mercado interno. No obstante, la situación cambiaria hace que quienes fabricaban prefieran importar para bajar costos.
El sector metalmecánico también está en crisis y los problemas cambiarios y de falta de crédito aparecen como eje del problema, aunque arrastran situaciones derivadas de los sectores a los que abastecen. El sector petrolero tiene problemas de costos y de precios del crudo, la agroindustria y la vitivinicultura también tienen lo suyo. Pero además, este sector reclama al gobierno por adjudicación de obras en la provincia en la cual no se privilegia el trabajo local.
El sector del comercio y el turismo tampoco atraviesan por una buena etapa. El tema del atraso cambiario impacta e la llegada de visitantes extranjeros mientras tenemos el raro privilegio de ser considerada una provincia cara, tanto en indumentaria como en alojamiento y comida, incluso por los visitantes de otras provincias. Los empresarios le echan la culpa al Estado y este a los empresarios.
Otro problema en el que tenemos un récord poco edificante es en los niveles de conflictividad laboral, que también afectan la competitividad. No solo es el impacto de las leyes laborales sino la industria del juicio acogida pasivamente por la Justicia, impactan en los costos y atentan contra la posibilidad de creación de nuevos puestos de trabajo.
La competitividad es un concepto sistémico. Ningún empresario puede ser competitivo si no lo son sus proveedores, su personal y, sobre todo, su principal prestador de servicios, que es el Estado. Hay que trabajar en todos los frentes porque el arranque de la economía necesita de todos los actores trabajando en armonía.

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