Según Carina Álvarez, docente e investigadora de la cátedra de Fertilidad y Fertilizantes de la FAUBA, “el riego complementario podría impactar negativamente sobre el suelo”.
“Para manejar de forma sustentable los agroecosistemas regados de la región pampeana hay que tener en cuenta que el riego complementario podría impactar negativamente sobre el suelo”, dijo Carina Álvarez, docente e investigadora de la cátedra de Fertilidad y Fertilizantes de la FAUBA, quién comenzó a realizar los ensayos en 2008 en campos de producción ubicados en el norte de Buenos Aires y en el sur de Santa Fe, junto con Martín Torres Duggan, de la empresa Tecnoagro, según informó Sobre La Tierra, el Servicio de Prensa y Divulgación Científica de FAUBA.
Álvarez comentó al sitio de divulgación científica “Sobre La Tierra” que cuando el agua de riego es de mala calidad, por un contenido elevado de bicarbonato de sodio o de sales, por ejemplo, se pueden desencadenar procesos de sodificación o de salinización. Tanto uno como el otro deterioran los suelos en sus propiedades químicas y físicas. Esto puede hacer que los cultivos rindan menos de lo esperado y que la estructura de los suelos se deteriore.
Actualmente, los estudios de Álvarez se desarrollan en la localidad de Coronel Suárez, provincia de Buenos Aires. En esa misma zona, otros docentes de la cátedra de Física de la FAUBA también llevaron a cabo evaluaciones que aportan más conocimiento sobre los aspectos relativos al uso del riego y el impacto sobre el sistema. Están elaborando un plan de manejo con modelos que permitirían simular distintos escenarios de uso del agua.
Calidad del suelo
“Una inquietud importante que surgió hace unos años es cómo afecta el riego complementario a la calidad del suelo en producciones extensivas, tanto en lo físico como en lo químico”, dijo Álvarez. Por esta razón, los investigadores de la cátedra de Fertilidad y Fertilizantes junto con Tecnoagro comenzaron a realizar una serie de evaluaciones químicas y a medir, por primera vez, propiedades físicas del suelo como la compactación y otras variables que hacen a su estructura.
“No observamos salinización, pero sí un principio de sodificación y, asociado a ello, una menor velocidad de infiltración del agua y un aumento de la dureza del suelo. Esto significa que la calidad del agua de riego estaba provocando un cambio en la calidad del suelo y disminuyendo la eficiencia en el uso del agua, tanto de riego como de lluvia”, informó Álvarez, cuyo equipo de trabajo actualmente también está integrado por las investigadoras Helena Rimski Korsakov y Haydée Steinbach, de la FAUBA.
Casi 10 años después de realizar estos estudios, los profesores de la FAUBA volvieron a evaluar sistemas similares, esta vez convocados por el Grupo de Riego de Coronel Suárez, sobre suelos con menos contenidos de limo. En esta región había trabajado tiempo atrás la cátedra de Física de la FAUBA, que caracterizó la calidad de los acuíferos (ver: Calidad de agua).
Los productores necesitaban saber si con el riego estaban extrayendo del suelo más agua de lo que les permitía la recarga. Además, percibían cambios en las propiedades físicas del suelo y estaban preocupados porque el agua infiltraba menos, como si tuvieran problemas de compactación. Más allá de estas inquietudes, también existía una demanda urbana por saber si el uso del agua subterránea podría afectar negativamente el suministro en la ciudad.
“Algunos productores manifestaban que en los años en los que no se registraban déficits hídricos, los cultivos que se producían sin riego podían rendir más que los regados”, dijo Álvarez.
Junto con los productores, el equipo de la FAUBA desarrolló un protocolo de muestreo de suelos al inicio del riego, en la campaña 2016/17. En la zona en estudio, por medio del riego compementario se estaría agregando a los cultivos entre 200 y 300 mm anuales, además de los 800 o 900 mm que caen normalmente con las precipitaciones.
“El suelo no presentaba salinización pero los niveles de sodio eran elevados, alrededor de un 5 o 6%, mientras que el valor crítico es aproximadamente 15%. A esta altura ya empiezan a aparecer en los suelos problemas físicos que preocupan a técnicos y productores. Un ejemplo es la caída de la infiltración, que se aprecia a simple vista ya que aparecen encharcamientos”.
Desde la FAUBA advirtieron que estos datos son preliminares y que ya están planeando continuar con las mediciones en los siguientes ciclos productivos.
FACUNDO MESQUIDA INFOCAMPO