El investigador Enrique Alberione, del Inta Marcos Juárez, publicó un informe en el que alertó sobre los primeros casos de roya de la hoja detectados en la zona núcleo.
Si bien por ahora la enfermedad se observa en lotes puntuales, con baja incidencia y severidad, es una señal a tener en cuenta para intensificar monitoreos y diagramar las estrategias de prevención y control.
“Comenzó a detectarse presencia de roya de la hoja visualizada por sus signos (uredosoros o pústulas) sobre la variedad Baguette 750, en lotes puntuales del sudeste cordobés (Monte Maíz, Colonia Bismark, Justiniano Posse, Viamonte) y en centro Sur de Santa Fe (Los Molinos). Por el momento se observa a la enfermedad en sus primeros ciclos de desarrollo en baja incidencia y severidad”, indica el reporte de Alberione.
El documento repasa cuáles son algunas de las características de esta enfermedad causada por el hongo Puccinia triticina: se establece sobre el cultivo de trigo cuando encuentra condiciones de temperatura en un rango de entre 20°C y 24°C (a menores temperaturas su tasa de desarrollo es más lento) y encuentra mojado el área foliar, dado por presencia de rocío durante un tiempo de seis a ocho horas (condición suficiente para que ocurra la germinación de esporas y se dé inicio a la infección).
Asimismo, las condiciones de buen tiempo (días soleados y con registros de viento) le permiten a este patógeno acelerar su esporulación y dispersión de esporas (uredinios), continuando así con sus ciclos de infección.
Monitoreo y control
En este marco, Alberione señala que “la recomendación es comenzar o seguir con los monitoreos de los lotes sembrados con variedades susceptibles, con el objetivo de conocer si hay establecimiento de la enfermedad y de estar presente, en qué magnitud”.
En caso de lotes en estado de macollaje, lo ideal es recorrerlos cada siete días; si está encañando, en intervalos más cortos.
“Debemos asegurarnos que la evaluación sea representativa del estado de la enfermedad, para lo cual se recomienda recorridos en zig zag o en diagonales, muestreando y evaluando el cultivo en al menos 20 estaciones de muestreo”, añade Alberione.
Y completa: “Es conveniente aclarar que roya de la hoja presenta una distribución homogénea en el lote, aunque puede registrarse mayor infección en algunos sectores donde el cultivo puede presentar crecimiento distinto, como por ejemplo cabeceras con presencia de plantas más estresadas”.
En la práctica, lo que debe hacerse es, en cada estación de muestreo, tomar una planta y observarán todas las hojas desplegadas del tallo principal (por lo general, éste se identifica por ser el de mayor crecimiento en comparación con el resto de los macollos). Con esto se podrá conocer los niveles de infección medidos en términos de incidencia y severidad.
La incidencia se define como un valor porcentual, obtenido del cociente entre el número de hojas enfermas (hojas con al menos una pústula visible) divididas por el número total de hojas observadas.
La severidad, en tanto, es un valor porcentual del área foliar fotosintéticamente activa afectada por la enfermedad, que resulta de la sumatoria de porcentajes de área foliar afectada en cada hoja sobre el número de hojas observadas.
Al respecto, Alberio aclara que “durante el estado de macollaje, el trigo genera nuevas hojas e incrementa así su área foliar, por lo que en este momento la presencia de roya de la hoja no provoca el mismo impacto que cuando ésta encuentra condiciones favorables para mantener un desarrollo epidémico sostenido en etapas de encañado”.
Por último, el informe remarca que el control químico de la enfermedad durante el macollaje se justificará en la medida en que se observen altos valores de incidencia y severidad.
“Se logra con esto sólo reducir los niveles de inóculo, deprimiendo el inicio de infección, aunque debe quedar claro que de ningún modo se lograrán proteger las últimas hojas que se diferencian hacia el final del encañado (HB, HB-1 y HB-2)”, remarca Alberione.
Resistencias
En tanto, el técnico del Inta Marcos Juárez también disertó en una jornada organizada por la firma UPL, en la que habló sobre las principales enfermedades que afectan al trigo y a la cebada.
Sobre el trigo, por ejemplo, citó que se siembran unas 65 variedades, de las cuales siete dominan la superficie, y el 53 por ciento son susceptibles o moderadamente susceptibles a roya amarilla, mientras que el 40 por ciento presenta algún grado de susceptibilidad a roya anaranjada y el 74 por ciento a mancha amarilla.
Un aspecto clave que subrayó el experto es que hay ciertas enfermedades que se están volviendo de algún modo insensibles frente a algunos principios activos; es decir, generando resistencia a los fungicidas.
Por ejemplo, Alberione citó el trabajo del fitopatólogo de la Fauba, Marcelo Carmona, sobre mancha amarilla (Drechslera tritici-repentis) que determina que el patógeno se mostró insensible frente a aplicaciones de azoxistrobina, del grupo de las estrobilurinas, pero también frente a pyraclostrobin, trifloxystrobin, y en algunos casos, frente a triazoles.
Del mismo modo, hay problemas “muy serios en Europa”, con respecto a las septorias –Septoria tritici y Septoria nodorum–, advirtió Alberione. En estos casos, las resistencias detectadas es a las estrobilurinas, en general.
El técnico también reveló otro preocupante dato: en la Argentina se ha visto la presencia de mancha amarilla y Septoria nodorum presente en hojas luego de doble aplicación de fungicidas. Prueba que estaría indicando la insensibilidad de estos patógenos frente a algunos de los grupos químicos más utilizados.
Tratamientos
Bajo este panorama, el especialista del Inta remarcó que los cultivares susceptibles obligan a estar muy atentos. Y entre las principales recomendaciones para atenuar el problema de las resistencias, enfatizó la necesidad de rotar principios activos y modos de acción.
Otro “tip” importante es la oportunidad de aplicación. “En el caso de trigo, hay que estar muy atentos a la roya amarilla respecto al monitoreo en cuanto a presencia de incidencias y severidades varias. Es decir: no dejar que la enfermedad avance”, enfatizó.
Respecto a mancha amarilla, consideró que se puede ser un poco más tolerante. “Acá hablamos de estados de cultivo en torno a Z37 aproximadamente. Incluso se puede pensar en aplicaciones más tempranas –dependiendo de los manejos– pero con un poco más de tolerancia, un 40 por ciento de incidencia y hasta un 10 por ciento de severidad”, resaltó.
Otro factor crucial es la calidad de aplicación, porque será un elemento clave para definir el buen control de los productos sobre las enfermedades. “Si aplicamos mal, seguramente los principios activos no se pondrán en contacto con el patógeno y perderá su eficacia”, explicó.
También es importante respetar la dosis de marbete. Según el especialista, las subdosis han generado problemas de resistencias a estos patógenos en ambos cultivos.
Finalmente aconsejó pensar en nuevas herramientas -o no tan nuevas-, como el uso de fungicidas multisitio. Estos productos actúan sobre distintos sitios de la célula del patógeno. Es decir: cuando un triazol solo actúa a nivel de la biosíntesis de ergosterol en la pared del hongo, y las estrobilurinas a nivel de la respiración de las mitocondrias, los fungicidas multisitio -además de estos dos modos de acción- se diversifican en otros puntos de la célula del hongo y eso posibilita una mayor eficacia de control sobre estos patógenos entorpeciendo su capacidad de generar resistencias. (fuente AgroVoz)