Las lluvias por ahora siguen llegando solo a cuentagotas y con acumulados muy lejanos a las necesidades de cultivos y suelos, cuya demanda hídrica es cada vez mayor en un contexto de nuevas olas de calor.
A los daños que sufrieron el trigo y la cebada, ahora se suman los problemas que crecen en los granos gruesos.
Según datos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, en la región en que el cereal se implanta en fecha temprana –Centro y norte de Santa Fe, norte de la zona núcleo (sudeste de Córdoba y sur de Santa Fe) y centro este de Entre Ríos– el 86,1% de los cuadros están en condiciones entre regulares y malas.
Precisamente, la Bolsa de Comercio de Santa Fe, en su informe agrícola semanal en el que analiza el panorama en el centro y norte de esa provincia, advirtió que ante el escenario ambiental actual y la incertidumbre climática futura, los productores decidieron picar muchos lotes.
Pero más grave aún es que “en otros casos, se analizó la posibilidad de destrucción de los cultivares, y las parcelas liberadas se destinarían a la siembra de soja tardía, de producirse lluvias”, resumió el reporte.
Y amplió: “El maíz temprano continuó deteriorándose y mostró el alto grado de daños que provocaron las condiciones ambientales ocurridas durante todo su ciclo y no presentaron síntomas de mejoría. Por tal situación, prosiguió el picado de los maizales y se elaboraron silos como reservas para el futuro consumo animal”.
El tema es que picar el cereal en tan malas condiciones conlleva altos costos: los rendimientos obtenidos rondan desde 5 a 7 m/bolsa/ha, con mínimos de 1 a 4 m/bolsa/ha, valores considerados como muy bajos por el sector productivo.
PÉRDIDAS MILLONARIAS EN LA ZONA NÚCLEO
Por su parte, la Bolsa de Comercio de Rosario, en su informe semanal para la zona núcleo, estimó que un 40% del maíz temprano implantado en esa región ya se perdió: constituye una superficie de 80.000 hectáreas que pueden dejar un rojo de U$S 1.500 por hectárea.
Según la Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la BCR, los asesores en los alrededores de Rosario alertaron que “tenemos todo el maíz temprano perdido. Algunos lo picaron. Pero muchos hicieron rollos. Por el bajo volumen de materia verde y el alto costo no conviene picarlo para silo. Si llegara a llover podríamos resembrar algunos lotes”.
En concreto, descontado el 40% de lotes perdidos, el 60% restante son 120.000 hectáreas que podrían como máximo aportar 60 quintales por hectárea si llueve en los próximos 10 días, un rinde magro en una zona donde los 100 quintales se consideran una cifra bastante usual.
Contabilizando todos los lotes, el porcentaje de los que están regulares a malos se eleva al 75%; hay un 23% buenos y solo un 2% muy buenos, que son los únicos que podrían llegar a esos 100 quintales.
Bajo este panorama, la BCR elaboró un cuadro en el que calcula cuál es la pérdida económica que tendrá el productor en función de los diferentes escenarios posibles: una pérdida total, una cosecha de apenas 40 quintales o alcanzar a menos 60 quintales.
“En campo alquilado —el 70% del área de la región trabaja en esta modalidad—, cuando la productividad del lote es nula, el productor debe afrontar 1.507 u$s/ha de perdida. En el caso de lograr un rinde de 60 qq/ha, los márgenes siguen negativos: las pérdidas descienden a los 303 U$s/ha”, resumió la GEA.
En tanto, “si bien en campo alquilado el productor debe afrontar un rinde de indiferencia muy elevado, 75 qq/ha (casi el doble que lo que se requiere en campo propio: 39qq/ha), en campo propio también habrá pérdidas cuantiosas. Haber sembrado maíz en forma temprana y no obtener producción le costará al dueño enfrentar un margen neto de -789 U$s/ha”, añadió.
Para maíz tardío, en tanto, las perspectivas por ahora tampoco son demasiado alentadoras: se descuenta como mínimo un 30% de pérdida de potencial de rinde y un horizonte también de mala ecuación económica. (fuente Infocampo)