Los criadores enfrentan un escenario complejo, que combina los efectos de la seca con un fuerte retroceso en el precio del ternero y la imposibilidad de acceder al crédito. En paralelo, también se sintió el impacto que causó la falta de liquidez que habitualmente genera la agricultura.
“El costo de tomar fondos externos a tasas cercanas a los dos dígitos anuales se ha tornado prácticamente prohibitivo para cualquier actividad productiva y más aún para una ganadería con precios de la hacienda sumamente retrasados contra inflación”, advirtieron desde el mercado ganadero de Rosario (Rosgan).
Además, el precio de los animales livianos también representa un auténtico dolor de cabeza: según el índice que elabora la entidad, la cotización del ternero acumula un atraso del 38% anual.
En este contexto, los ganaderos deberán hallar el modo de “pasar el invierno” y transitar un año electoral, con precios de la hacienda muy retrasados contra la inflación y sin oferta crediticia a la vista en el corto y mediano plazo.
Los analistas del Rosgan observaron una tendencia en el negocio, que permite esbozar una respuesta a este interrogante: un importante nivel de ventas de vacas, que no solo responde a factores climáticos.
“Si bien buena parte de estas ventas fueron forzadas por la seca, también en una gran proporción fue impulsado por la necesidad de cubrir el faltante de fondos que no se consiguió generar con la zafra de terneros”, señalaron.
Los números que se desprenden de la industria confirman esta tendencia. De acuerdo al Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), la faena de vacas creció un 27% interanual en abril y si bien en mayo tuvo un leve retroceso con respecto al mes previo, aún es superior al mismo mes de 2022.
“Posiblemente ante la falta de recursos, esta sea la caja más rápida y efectiva que encuentra el productor para generar esos recursos necesarios”, consideraron.
Reposición de vientres
Los productores ganaderos no solo sufren el efecto de vender su hacienda un 50% por debajo de su valor. También afinan el lápiz y tratan de calcular cual será el costo de reponer vientres, una vez pasado el invierno.
Históricamente, el promedio del valor de reposición de una vaquillona preñada en relación al valor de una vaca de descarte oscila entre 2 y 2,5: el ganadero debe desprenderse de esa cantidad de vacas para comprar una vaquillona preñada.
El año pasado, a esta misma fecha, la relación de reposición era de 2,3; cifra que representa unos 6 puntos por debajo del promedio. En la actualidad llega a niveles de 2,8; un 12% por encima de los niveles de la última década.
Este índice creció sobre todo por la desvalorización de la vaca y no contempla aun la firmeza que
experimentarán los vientres nuevos, a medida que los campos comiencen a recuperar receptividad y se empiecen a despejar las incógnitas electorales.
“Es entonces cuando se ponderará la verdadera descapitalización que terminará sufriendo el criador”, concluyeron desde el Rosgan. (fuente Infocampo)