Con el manejo adecuado, los rindes pueden crecer un 40 por ciento

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Un estudio revela que en los últimos años los productores aprendieron mucho sobre plagas y malezas, pero aun saben poco de fertilidad de cultivos.

Las decisiones de manejo suelen tener una enorme incidencia en los resultados de cada campaña. Según un estudio realizado recientemente, esa incidencia puede llegar a significar diferencias de hasta un 40 por ciento en el rendimiento de los cultivos.

Unidades de Agronomía es un programa de seguimiento de cultivos de maíz y soja en una superficie de 3,5 millones de hectáreas repartidas entre las regiones del NEA, NOA y Centro de la Provincia de Córdoba. El proyecto se puso en marcha por iniciativa de las empresas Aceitera General Deheza y Yara, y cuenta con el procesamiento y análisis de datos del equipo técnico de Cultivar Conocimiento Agropecuario bajo la dirección del Dr. Emilio Satorre.

El estudio ofrece información técnica de alto impacto y valor estadístico, ya que se basa en una amplia muestra de casos reales, con un riguroso registro de las prácticas agrícolas empleadas y sus respectivos resultados.

El objetivo de las compañías que impulsaron el proyecto es conformar una gran fotografía de la producción de maíz y soja en distintas regiones del país, para eso se delimitaron siete Unidades de Agronomía de 500.000 hectáreas cada una en esas tres regiones, que fueron divididas en cubos de 10.000 hectáreas y de cada cubo se tomaron “productores testimonio” que recibieron un seguimiento minucioso.

Luego de dos campañas y cerca de mil lotes relevados, el análisis ya ofrece algunas conclusiones preliminares. En relación al diagnóstico, el relevamiento muestra un proceso de deterioro de la fertilidad de los suelos, con bajos niveles de fósforo extractable y de algunos micronutrientes como Zinc y Boro, mientras que otros como Magnesio presentan desequilibrios. En los cultivos de soja se observan pobres o nulas prácticas de fertilización y, en maíz, mayor proporción de aplicación de fósforo que de nitrógeno e insignificantes niveles de uso de otros nutrientes.

En cuanto a la identificación de factores limitantes se observa que casi el 70% de la variabilidad de los resultados en maíz en Córdoba tiene una fuerte relación con las decisiones técnicas tomadas en materia de implantación y fertilización. En este sentido, cabe señalar que la respuesta del rendimiento del cultivo a la fertilización con nitrógeno fue en promedio de 1700 kilos por hectárea.

En soja, en cambio, el 70% de la variabilidad de los resultados está asociada a decisiones técnicas vinculadas a la genética y fecha de siembra. Cabe mencionar que, siendo tan baja la frecuencia de fertilización en soja, es esperable la ausencia de variabilidad en relación con este factor. Aun así, la fertilización fosfatada relevada tuvo una respuesta significativa e independiente del nivel de fósforo en el suelo a la siembra.

Otros datos interesantes que surgen del relevamiento del cultivo de maíz en la región Centro son que son frecuentes los rendimientos promedio de 9500 kilos por hectárea cuando se alcanzan niveles de nitrógeno cercanos a 140 kilos por hectárea y que en fósforo se obtienen respuestas medias de hasta 47 kilos por hectárea ante la aplicación de fuentes fosfatadas por debajo de niveles de 25 partes por millón de fósforo alcanzado.

“El estudio nos muestra, por ejemplo, que en los últimos años los productores aprendieron mucho de plagas y malezas, porque es de lo que más se habla. En cambio aún hay mucho camino que recorrer en cuestiones de implantación de cultivo y fertilidad, cuyo impacto en la productividad final es altísimo”, señala Esteban Tronfi, gerente de Agroinsumos y Servicios Tecnológicos de Aceitera General Deheza y uno de los principales impulsores del proyecto.

Por Clarín Rural