La producción agropecuaria está obligada a ajustar todas las clavijas de la sustentabilidad para que las exigencias de la sociedad y los mercados no se transformen en trabas. En ese sentido va la búsqueda, por ejemplo, de muchas agtechs que permiten reducir el uso de insumos al generar una mayor precisión en las aplicaciones.
Y en ese paradigma se inscribe también el diseño de las llamadas camas biológicas, utilizadas para evitar que los restos de agroquímicos lleguen al suelo y se infiltren en las napas en el momento del lavado de las máquinas o los envases. De esta manera, con algo de conocimiento aplicado, la acción biológica se puede ocupar de degradar los principios activos del glifosato, la atrazina o el 2-4,D, por nombrar algunos de los productos utilizados en el campo.
El Grupo de Tecnologías Ambientales del Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química (Intec), en el que participan Cristina Zalazar, Maia Lescano, Carolina Masín y Eduardo Vidal, lleva la posta del desarrollo de las camas biológicas en la Argentina. Según explica un artículo reciente de la revista de los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA), las científicas tomaron contacto con el tema en 2016, y se apoyaron en el conocimiento del Instituto Sueco de Ingeniería Agrícola y Ambiental para luego adaptar la tecnología a las posibilidades locales.
La cama actúa como un filtro biológico que remueve y degrada restos presentes en las aguas residuales, combinando la acción de microorganismos y lombrices de tierra. “Los primeros sustratos evaluados en laboratorio –en cajas de 30 litros– estuvieron confeccionados con suelo de la zona y rastrojos de trigo y paja de moha y alfalfa (en todos los casos en proporciones de 50-50%), los cuales, al momento de mezclarse, deben estar muy bien picados. También en algunos casos probaron mezclar resaca de río con el suelo”, detalla el artículo.
Pruebas
El sustrato, según las investigadoras, debe reposar o madurar por al menos dos meses antes de ser usado como biodegradador. “Las bacterias y los hongos degradan los agroquímicos, por lo que no se trata de pasar el contaminante de una matriz a otra, sino de degradarlo”, recalca Lescano.
Las pruebas se replicaron en contenedores de 50, 100 y 1000 litros de capacidad. Los más pequeños recibieron efluentes reales provenientes del lavado de pulverizadoras, mientras que en el más grande, además del efluente, se adicionaron diferentes dosis de agroquímicos para evaluar la capacidad de degradación frente a un eventual caso de derrame accidental de productos.
En todos los casos las camas biológicas evaluadas tuvieron una gran capacidad para degradar glifosato, AMPA, atrazina, 2-4,D, prometrina, carbendazim e imidacloprid. Ahora, el desarrollo de las científicas santafesinas ya empieza a ser utilizado por contratistas y distribuidores de insumos en sus labores, sumando seguridad y sustentabilidad. Mientras tanto, el grupo de investigación sigue permanentemente evaluando nuevos sustratos, tales como la cáscara de maní, de arroz y de girasol.