Detrás del conflicto político están las crisis alimentarias

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El investigador Olivier Antoine afirma que hace falta una geopolítica de la agricultura. Las rebeliones en el mundo árabe, en 2011, tuvieron como factor fundamental el precio del trigo, dice un experto

Hace solamente 10 años de la crisis alimentaria que, a mediados de 2007, sacudió a más de 100 países, la mayoría de ellos entre los más pobres del mundo y derivó en hambrunas y disturbios sociales en los territorios políticamente más inestables del planeta. En Madagascar, por ejemplo, provocó la caída del gobierno.
Las rebeliones en los países árabes del Mediterráneo, en 2011, están vinculadas al aumento del precio del trigo, que ese año alcanzó un pico y provocó, una vez más, una severa crisis alimentaria que amenazaba la subsistencia de más de millones de personas.
Estos son los ejemplos que usa el geopolitólogo Olivier Antoine, profesor e investigador del Instituto Francés de Geopolítica (Paris 8), para reafirmar la importancia de tomar en cuenta a la agricultura como factor estratégico en el análisis y diseño de políticas a nivel mundial.
“La falta de alimentos o de agua para poder cultivar los campos desestabiliza países y provoca rebeliones. Y no hay internet ni avance tecnológico que supla la alimentación”, afirma Antoine, que disertará esta tarde en San Martin 435, a las 19, sobre “Geopolítica de la Agricultura y de la Alimentación en un Mundo Complejo”, invitado por la Universidad San Pablo-T y el Instituto de Desarrollo Productivo.
El mercado -afirma- es todo, menos racional, y hacen falta políticas de Estado para evitar crisis como las de 2007 y la de 2011. “Cada año, se reúne un G-20 de ministros de Agricultura”, indica Antoine, tal es la necesidad que ven los países de abordar políticas y estudiar los escenarios en que se prevén desarrollos productivos o comerciales vinculados a áreas geográficas.
“Muchas veces el hecho alimentario está oculto en el análisis geopolítico. La agricultura es importante para la economía de los países, no sólo porque nutre a la población, sino porque forma un tejido social alrededor del trabajo del campo”, explica.
La crisis alimentaria de 2011, retoma Antoine, fue un disparador de las revoluciones árabes del Mediterráneo.
“Marruecos, Túnez, Argelia, Libia y Egipto reúnen al 5% de la población mundial e importan el 20% de la producción de trigo. Eso se traduce en un nivel de dependencia importante. El precio del trigo arrastra el de la harina, el pan, la sémola, que son la base de la alimentación en algunas zonas, y se traducen en una crisis económica, política y social. La gente, agotada, se rebela. Aunque en esos conflictos no aparezcan involucradas cuestiones alimentarias, sí son una influencia muy fuerte”, asegura.
Frentes de conflicto
El trabajo de la geopolitica es no quedarse en un solo ángulo de análisis, sino también observar las distintas capas de la realidad para, por ejemplo, poder prever frentes de conflicto.
Los intentos de acaparar el agua y la tierra y los reclamos por el medio ambiente son factores de tensión que aceleran las rivalidades de poder y por territorio. “Eso es lo que puede pasar entre Etiopía y Egipto, por el control del río Nilo. No creo que vaya a haber una ‘guerra por el agua’, pero sí sabemos que la falta de este elemento provoca escasez de alimentos y, con ello, tensión social”, explica. “
El avance de la frontera de la soja (y la sobreproducción) es otro frente que puede generar conflicto. La demanda china, por ejemplo, sigue fuerte, pero las cosechas récord de los últimos años pueden desestabilizar ese comercio.
Para evitar ser presas de estos vaivenes del mercado, la gran apuesta de los países de Latinoamérica, sostiene Antoine, debería ser tratar de ponerles valor agregado a sus productos, y no exportar sólo la materia prima. “China logró salir de esa ecuación, pero es un caso particular. Brasil intentó hacerlo, basándose en un modelo de consumo interno, pero ahora pasa por una crisis política fatal para el país, que está llevando a una reprimarización más fuerte que en los años de Lula. Para ello, faltan políticas de Estado que se sostengan más allá del término de un gobierno o dos”.

Fuente: La Gaceta