Uno de los temas más frecuentes en las charlas entre productores, asesores y contratistas es la posible y problemática falta de fertilizantes para la presente campaña, pero ¿se sabe realmente si son tan necesarios? ¿Si se usan bien o se usan incorrectamente? Lo cierto es que no suelen ser tan frecuentes estos planteos.
Nahuel Reussi Calvo, doctor en Ciencias Agrarias, Fertilidad de Suelos y Nutrición Vegetal de la Universidad de Mar del Plata (UNMdP), sostiene que “es una campaña desafiante, sobre todo para los que estamos en el área de nutrición de cultivos”. Completa la escena recordando que subió el precio de los fertilizantes y que hay un mejor precio de los granos.
“La relación insumo/producto, que es la que siempre mide el productor o el asesor, desde el punto de vista del retorno económico, no es tan mala como suele plantearse de antemano, prejuiciosamente. Pero si se hacen los cálculos, en realidad la clave de todo es identificar a los lotes o a los ambientes dentro del lote, en los que tenemos deficiencia de nutrientes”, dice.
El profesional repasó los principales nutrientes a tener en cuenta en la campaña fina, que limitan la calidad y el rendimiento. El Nitrógeno “es la bala de plata de la nutrición”, sostiene, agrega el Fósforo, para hacer cimiento, el Azufre en algunos ambientes, y en algunos casos pueden aparecer micronutrientes. “El problema que tenemos -y data de muchos años- es que tanto el asesor como el productor hacen muy poco diagnóstico. Muestrean poco suelo. Se toman decisiones sin saber qué tiene el suelo”, afirma.
Algunas recomendaciones
“Hacer un correcto muestreo de suelo para tomar la decisión de fertilización puntualmente en los ambientes o lotes en los que realmente haya deficiencias, es clave. De esta manera, claramente va a pagar el costo, aún con los precios de fertilizantes que tenemos en la actualidad”, sostiene Reussi Calvo, quien también es referente de un laboratorio de suelos.
Si se trabaja en grandes superficies es probable que el productor termine usando la misma cantidad en kilos de fertilizantes, “pero la diferencia será que lo distribuirá mejor. Aplicando en los sectores donde sea necesario verdaderamente”, agrega.
La salvedad es que “hoy por hoy, para trigo hay muy pocas zonas en las cuales la fertilidad actual resulta suficiente para cubrir la demanda del cultivo. Todos los suelos, o la gran mayoría, presentan una disminución en contenido de materia orgánica y por lo tanto una degradación química, física y biológica”. Esto tiene raíz en “la historia de la agricultura que tuvimos en los últimos 20 años, o más”, apunta.
Las rotaciones vuelven a tomar protagonismo. “Todo lo que podamos hacer para mejorar esos ambientes y construir el suelo, sea por rotación, incorporación de cultivos de servicio, o la siembra directa que también contribuye a la conservación del recurso suelo, va a hacer que en el mediano o largo plazo probablemente el ingreso de fertilizante sintético sea menor porque ese suelo va a proveer más servicio respecto al aporte de nutrientes”, afirma.
¿El huevo o la gallina?
Una firma brasileña que produce biológicos para agricultura basa sus mensajes pidiendo al agricultor que le diga qué suelo tiene y ellos le darán lo que necesite.
Frente a este ejemplo, Nahuel Reussi Calvo replica que es muy importante “hacer el relato, pero con datos. Si no medimos, no podemos manejar o tomar decisiones ante algo que no sabemos qué tiene”.
Según entiende el especialista, no hay cultura de datos. “Hoy en día se muestrea apenas el 20% de la superficie que está bajo producción, en fina. En algunos ambientes del sudeste bonaerense que es zona triguera por excelencia se puede llegar al 30 o 35%, pero hay casi un 70% de los lotes que se fertilizan sin saber lo que tiene el suelo”, señala con preocupación.
“Al no hacer diagnóstico no se puede planificar seriamente, y ni hablar de hacer un presupuesto ajustado”, advierte. Además “el costo del muestreo de suelo, más análisis (independientemente del laboratorio y si se terceriza la actividad de muestreo) no representa más de 2 o 3 dólares por hectárea, cuando se invierten hasta 200 dólares en cada hectárea en fertilizantes”.
“No muestrear, no analizar, en 2022 es poco entendible que no se haya tomado esa práctica como una rutina más en los sistemas de producción. Esa es la realidad que tenemos, Ojalá que de a poco vaya cambiando”, añade.
Se habla generalmente de cuánto hay que invertir en fertilizantes/fitosanitarios y todos se agarran la cabeza porque todo se encarece.
Respecto de si es posible mensurar el costo de degradación del suelo, el referente en fertilidad señala: “Hay algunos trabajos que tratan de ponerle número a eso, pero pasa que a la parte de la pérdida del servicio como fuente de nutriente para los cultivos se puede hacer una estimación y serían varios millones de dólares. El tema es que hay un costo oculto referido a las propiedades físicas y biológicas que son muy difíciles de cuantificar”.
Y completa: “Un suelo degradado no solamente sufrió la degradación, sino que es un nuevo ambiente, y claramente la productividad de los cultivos será menor. Es muy difícil cuantificar el efecto global que tiene la degradación del suelo. Si uno lo pudiera medir con precisión se daría cuenta de la importancia de la conservación del recurso”.
Según la zona de producción, se suele tener más en cuenta o priorizarse la humedad del suelo más que la fertilidad. “Para fina, saliendo de la zona del sudoeste bonaerense que en general es una zona que no hay mayores problemas para la siembra de cultivo, yendo más hacia la región pampeana o zona núcleo, el agua es clave para definir el rendimiento que se puede esperar. Y eso es lo que termina traccionando la necesidad de nutrientes siempre y cuando se acompañe con un buen diagnóstico inicial”, entiende Reussi Calvo. (fuente Alejandro Guerrero/AgroClave diario La Capital)