El poder de los polinizadores en los cultivos agrícolas

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La preservación de insectos polinizadores puede beneficiar de manera notable al sistema agrícola en muchos aspectos, incluso en sus rindes.

 

Los paisajes agrícolas en Argentina a menudo carecen de la diversidad y abundancia de flores que los polinizadores necesitan para sobrevivir y actuar sobre los cultivos. Desde hace tiempo, investigadores y referentes del espacio agrícola se preguntan si la forma de agricultura que se ha impuesto en la Argentina en los últimos años es sustentable a corto y mediano plazo. ¿Qué debería hacerse diferente? ¿Qué nuevas investigaciones pueden ser incorporadas para detener la erosión de los suelos, los crecientes problemas de malezas e insectos resistentes y, de ese modo, beneficiar al sistema agrícola en su totalidad? ¿Qué papel juegan los polinizadores en el esquema productivo?

A principios de este mes, en la Estación Experimental que Syngenta tiene en Santa Isabel (al sur de Venado Tuerto, en la provincia de Santa Fe) se presentó el programa de Paisajes Multifuncionales, un proyecto global que tiene como objetivo aumentar el número de polinizadores en paisajes agrícolas, evaluando distintas combinaciones de vegetación nativa con los cultivos de producción.

Según explicó el doctor Marcelo Aizen, de la Universidad de Comahue e investigador del Conicet, más del 90 por ciento de las plantas depende en mayor o menor medida de los polinizadores, incluyendo los principales cultivos a nivel mundial. “De forma indirecta, los polinizadores son responsables de semillas, vitaminas y nutrientes, pasturas, producción de productos no maderables y plantas medicinales. A pesar de sus diversas funciones, suele hablarse de una sola especie de polinizadores, pero lo cierto es que existe una gran diversidad. Por ejemplo, sólo en abejas hay más de 20 mil especies”, señala.

“Aumentar la biodiversidad incrementa el número de polinizadores, permite crear un hábitat para pequeños mamíferos y aves, contribuye a reducir la erosión del suelo y a proteger valiosos recursos hídricos. Desde el punto de vista productivo, mejora el rendimiento de cultivos y su calidad, reduce costos asociados a servicios de polinización, aumenta la biodiversidad en los campos y la sustentabilidad de los cultivos. La preservación de insectos polinizadores (tanto abejas melíferas como otros insectos) puede beneficiar notablemente al sistema agrícola en muchos aspectos y hasta en los rindes”, amplía Aizen.

Según estudios, se observan incrementos de rindes de más del 20 por ciento en cultivos como girasol, alfalfa y colza (los tres preferidos por los polinizadores), y algo menores en otros cultivos.

Con el propósito de transmitir esta idea a los productores y lograr que la incorporen, doctor Santiago Poggio, docente de la UBA, investigador del Conicet y responsable de la coordinación de la iniciativa de los Paisajes Multifuncionales en Santa Isabel, explica: “Hoy en día en la Facultad de Agronomía de la UBA conviven estudiantes de agronomía con estudiantes de ciencias ambientales, y ambos tienen perfiles muy distintos. Los primeros se enfocan más en lo productivo y los segundos en la conservación y lo biológico. Esta convivencia indica que en un futuro cercano la visión de los nuevos asesores será diferente a la que ofrece la generación actual, que es la que viene trabajando en el campo en las últimas dos décadas. Hoy no hay una política agraria que incluya objetivos de conservación”.

EN QUÉ CONSISTE EL PROGRAMA DE PAISAJES MULTIFUNCIONALES

El proyecto propone dejar refugios de malezas silvestres cerca de los cultivos, a una distancia de 6 a 10 metros de los alambrados, donde conviven sorgo de Alepo, viola, yuyo colorado, cardos, tréboles, rama negra y muchas otras especies. Los polinizadores se mantienen vivos y activos con las flores de las malezas, aun durante las épocas de barbecho. Las abejas y los demás polinizadores necesitan de recursos para alimentarse y para reproducirse. Si tales recursos provienen de una mayor biodiversidad resulta sustancialmente mejor para ellos y para todos, asegura.

Asimismo, explica: “No estamos aconsejando pasar una desmalezadora, ni aplicar herbicidas sobre los alambrados por miedo a que las especies invadan el cultivo. Hay que ver qué hay en el banco de semillas de malezas que encuentra refugio en los alambrados o bordes de camino. Hay que dejar de hacer lo que se venía haciendo, es mayor el aporte a la producción que puede ofrecer este refugio de malezas que lo que se puede sacar sembrando hasta el último metro o derribando la flora nativa y por ende el alimento de los polinizadores”.

En la Estación Experimental de Syngenta, donde se trabaja en programas de mejoramiento de maíz y soja, se han instalado seis parcelas de clausura (refugios de malezas) que conviven con las aplicaciones de herbicidas en el cultivo. Con estas parcelas, en un año aumentaron la flora y la diversidad de insectos a pesar de que hay poco espacio natural para los polinizadores. “Esta estrategia tiene que ser manejada por un productor que se enfoque en maximizar su ingreso y mantenga un calendario de actividades, fecha de siembra, fecha de barbecho, etcétera. No buscamos introducir una variable externa, sino que se armen estos refugios que naturalmente acompañan la producción. Los agricultores hacen al paisaje y a la biodiversidad de su región”, sostiene Poggio.

CÓMO MANTENER LA MALEZA FUERA DEL CULTIVO

“Mantener la biodiversidad de las malezas en refugios genera que ninguna maleza se transforme en dominante. Cuando una especie se transforma en dominante, entonces se incrementa su capacidad de producir semilla y su resistencia. Por caso, la cebadilla criolla (Bromus unioloides), una especie nativa bianual, es muy útil para el trabajo de los insectos y compite con el sorgo de Alepo de diferentes maneras. Las flores de la viola –que durante mucho tiempo fue una maleza competidora del trigo– poseen una determinada coloración que actúa brindando orientación a los insectos que vuelan. En ese sentido, es una de las plantas que se busca promover”, comentó Poggio en la visita a campo.

“Otras plantas importantes para tener en estas parcelas son la lengua de vaca (Rhum stintum) que es una planta perenne, poligonácea; la cerraja (Sonchus oleraceus); tréboles; trébol blanco (una especie introducida naturalizada en la flora), entre otras. En estos momentos tenemos Rygrass en los refugios y no dentro del trigo. Por supuesto que se pasa herbicida en el cultivo, pero mantener la especie en el refugio contribuye a que no desaparezca y que cumpla su función en el mapa de la biodiversidad”, añade Poggio.

“Para optimizar estos refugios y pensando en cultivos de grano grueso hay que eliminar mediante cortes las plantas que generan mucha biomasa –como el sorgo de Alepo– y mantener las plantas que luego van a florecer en primavera. Hoy todo el mundo dice “Conyza cero” en referencia al control de rama negra, pero se trata de una planta nativa de Argentina con muchos biotipos que no puede ser erradicada por su valor e influencia en la polinización. Tenemos el desafío de mantenerlas en las parcelas sin que ingrese al cultivo”, complementa.