El presidente de la entidad, Rubén Ferrero, cerró el encuentro en la ciudad de Santa Fe.

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Finalizó el Congreso nacional de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) que se desarrolló entre el viernes 15 y hoy sábado 16 de mayo en la ciudad de Santa Fe, en el Salón Los Maderos.

Conclusiones del Congreso de CRA por Rubén Ferrero, presidente de CRA:

El lema del Congreso “Compromiso, Cambio, Reconstrucción y Futuro” tiene cuatro sustantivos. Me permito empezar por el Cambio. Todos los que estamos aquí estamos convencidos de que necesitamos un cambio. Estamos viviendo en una Argentina que no es la Argentina que merecemos ni queremos para nuestros hijos. Voy a algunas cuestiones puntuales:

Institucionalidad: desde 2005 nuestro país es el que mayor deterioro mostró en el mundo en instituciones como la vigencia del Estado de Derecho, la libertad de prensa, la libertad económica. Así lo dice el índice de calidad institucional correspondiente al año en curso que ubica a la Argentina en el puesto 137 de 193. Desde 1996 a la fecha Argentina cayó 93 puestos. Estamos en idénticos niveles que Ucrania, Mozambique y Nepal. Y peor que el Líbano, Uganda, China y Rusia.

Muchos preguntarán qué cosas tuvieron en cuenta para evaluar a los países: considerar qué tan exhaustiva es la rendición de cuenta de los gobiernos, cuál es la percepción de la corrupción y qué medidas concretas se toman para combatirla, la fiabilidad de las estadísticas, la libertad económica, qué posibilidades serias existen de hacer negocios con esos países y la estabilidad de sus reglas de juego, o sea, la seguridad jurídica.

Hace unos días renunció la vice presidenta de Guatemala por sospechas de corrupción: nosotros tenemos un Vicepresidente doblemente procesado que sigue en su puesto como si nada estuviera pasando. Valga esto como ejemplo de qué poco importante es institucionalmente la corrupción hoy en Argentina.

Ahora bien, cuando hablamos de esta pérdida de calidad institucional no estamos hablando de una entelequia, ese deterioro afecta de una manera directa y concreta el desarrollo de los ciudadanos y de las empresas. La pérdida de calidad institucional ahuyenta la inversión interna y externa, y eso significa menor volumen de la economía, menor cantidad de puestos de trabajo, en suma, menor desarrollo.

Lo mismo ocurre con el deterioro que sistemáticamente han venido sufriendo las economías regionales. Algunas prácticamente desaparecieron. El menoscabo de una economía regional no significa solamente menor producción: significa menos posibilidades para todo un pueblo, para una zona, para toda una región que vive al compás de esa economía.

Cada vez que aparece en los medios algún caso de muerte por desnutrición todos salen a decir que es una inmoralidad que eso ocurra en un país que produce alimentos para 400 millones de personas. Pero también hay que señalar que esos alimentos no se distribuyen mágicamente. Que haya desnutrición en Argentina es el resultado de que los impuestos que tributamos no hayan ido donde tenían que ir, porque si bien el relato habla de una política inclusiva y popular cada vez que la desnutrición muestra su cara espiando por encima de las estadísticas concluimos que esta política no es ni tan popular ni tan inclusiva. Que haya desnutrición en Argentina es otra de las consecuencias de una corrupción endémica que nos degrada y nos avergüenza. Es verdad que la pobreza y la falta de educación restringen el crecimiento, pero la mentira también, y es doblemente dañina, porque el no dejar al descubierto cuál es el verdadero diagnóstico de la situación impide enfrentarla.

Este gobierno que nos miente es el mismo que presiona a sus jueces y los ataca si no resultan serviles al gobierno. Un gobierno que se cree amo y señor de los otros poderes y trata por todos los medios de someterlos. Un gobierno que asfixia al sector productivo con la mayor presión fiscal de la historia y al mismo tiempo condena a las provincias a mendigar recursos, deteriorando su autonomía y destruyendo el sistema federal.

Aunque doloroso, es absolutamente necesario reconocer lo que nos sucede, saber ciertamente dónde estamos parados, que por supuesto no es donde las estadísticas oficiales nos dicen que estamos. Reconocer la situación nos llevará a utilizar las herramientas que tenemos a mano para empezar una RECONSTRUCCIÓN. Los cambios no vendrán solos. Dependerán, en gran medida de nuestra propia voluntad de cambio.

En este sentido pronto tendremos a mano la más genuina y poderosa arma que nos proporciona la democracia: la posibilidad de votar, de elegir un proyecto superador, que priorice la calidad republicana y nos devuelva una Argentina seria, confiable, próspera. Estaremos ante la más valiosa oportunidad y es absolutamente necesario que la aprovechemos con plena conciencia de lo que nuestra decisión puede generar. Somos hacedores de nuestro futuro. Nadie lo hará por nosotros. El futuro está delante nuestro y es el lugar donde vamos a pasar el resto de nuestras vidas.

Que en los años venideros tengamos una Argentina distinta depende de que tomemos este fin de ciclo como una verdadera oportunidad. Una etapa nueva y superadora en la que tengamos calidad institucional, respeto a la división de poderes, plena libertad de expresión, estadísticas confiables y transparencia en el manejo de la cosa pública con funcionarios que sean, ante todo, servidores públicos, funcionarios decentes. La decencia es un concepto que está un poco olvidado, pero que debemos retomar si queremos una República en serio.

Seguir disfrazando la realidad, mirar para otro lado nos hará responsables ante las generaciones que vienen de los efectos dañinos sobre nuestra apaleada República. Que termine esta década de populismo y comience la reconstrucción virtuosa de Argentina depende de nosotros.

Destaco aquí la necesidad de valorizar más que nunca el enorme aporte que nuestros jóvenes hacen desde su participación y su compromiso. Compromiso es, justamente, la palabra que inicia el lema de este Congreso. La participación es el instrumento que permite en primera instancia modificar el entorno inmediato para después inmiscuirse en todas la estructuras aportando inquietudes, diferentes puntos de vista y soluciones.

Ciceron decía: «El buen ciudadano es aquél que no puede tolerar en su Patria un poder que pretende hacerse superior a las leyes.»

La participación es la herramienta a través de la cual se construye la democracia real, una democracia moderna, una democracia de consensos, una democracia que de una vez y para siempre archive la dicotomía amigo-enemigo. Ni debe haber amigos dentro del poder ni enemigos fuera de él. Debe haber dirigentes dotados de gran vocación de servicio, de talento y sensibilidad, abiertos y receptivos cuyo único compromiso sea para con la República y sus ciudadanos. La participación comprometida es la herramienta para el cambio y la reconstrucción.