La campaña 2020/21 de granos podría comenzar con el quiebre de una tendencia que se mantiene hace ya 5 años en el campo argentino: el continuo avance del trigo y el maíz en la rotación de cultivos en detrimento de la soja. Si bien la caída en la participación de los cereales sería reducida en la zona agrícola núcleo, significará un aumento en la presencia de la oleaginosa y una retracción de las gramíneas por cuestiones climáticas y de precios.
Según un estudio realizado por la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), hasta la campaña 2019/20 por cada hectárea sembrada con gramíneas (trigo + maíz) se implantaban 1,6 hectáreas con soja, el menor índice desde el ciclo 2010/11. Sin embargo, a partir de la próxima campaña en la zona núcleo, que comprende el norte bonaerense y centro-sur de Córdoba y Santa Fe , se prevé que aumente a 1,75 hectáreas de soja por cada una sembrada con cereales.
La rotación de cultivos es el sistema de producción sustentable por excelencia en la agricultura: diversifica la producción, cuida los suelos, controla malezas, evita enfermedades y estabiliza rendimientos, entre otros beneficios. A pesar de estas características loables, en la campaña 2014/15, cuando todavía se mantenían en niveles altos las retenciones (20% para el maíz y 23% para el trigo) y se encontraba intervenido el mercado de trigo, la soja tocó su punto máximo de participación alcanzando las 4,40 hectáreas de oleaginosa por cada una de gramíneas.
No obstante, a partir del ciclo 2015/16, ya sin retenciones a los cereales y con el mercado de trigo normalizado, las gramíneas comenzaron su recuperación y la rotación de cultivos fue tomando fuerza con el correr de las campañas y alcanzó su máxima participación en la 2019/20 con 1,6 hectáreas de soja por cada una sembrada con maíz y trigo.
Los números así lo demuestran: según el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, en la campaña 2014/15 el área sembrada con maíz fue de 6,03 millones de hectáreas y la producción se ubicó en 33,8 millones de toneladas, mientras que en la 2019/20 la superficie ocupada por el cultivo alcanzó las 7,4 millones de hectáreas con una producción estimada de 55,5 millones de toneladas. En ese mismo lapso, la soja pasó de 19,8 millones de hectáreas a 17,2 millones, mientras que la cosecha cayó de 61,4 millones de toneladas a 50 millones. Cabe aclarar que la cartera agropecuaria calcula el área y la producción de maíz contabilizando la totalidad de la superficie y de la producción del cereal, no solamente lo que tiene como destino el grano comercial.
Análisis
Asimismo, explicó que “el tema del clima cada vez obedece más a las anomalías que a las estadísticas. El año pasado en Chaco las lluvias en invierno fueron récord y ahora estamos hablando de una sequía tremenda. Eso se observa también en la región núcleo. O lluvias o sequías. Y ahí las rotaciones juegan un papel muy benéfico o para sacar el agua de las napas o para conservarla cuando es poca. Es una práctica que en realidad no se trata de ningún insumo. Lo que estás haciendo es tratar de cambiar los cultivos y no sembrar siempre lo mismo. Es insuperable la importancia que tienen en la agricultura las rotaciones”, explicó Russo.
Según el informe de la BCR, la caída en la participación de las gramíneas a favor de la soja se debe a dos cuestiones centrales: a los inconvenientes climáticos y a la “incertidumbre local y externa, en lo que a precios se refiere”, especialmente en el mercado de maíz.
“Por un lado, la escasez hídrica impidió a los productores concretar los planes de siembra de trigo. Pero, por el lado del maíz,la incertidumbre local y externa, en lo que a precios se refiere, y el temor al clima siguen reflejándose en una intención preliminar de siembra que anticipa una caída de un 10%. Si la soja gana protagonismo de acá en más, el sistema productivo de granos será mucho más vulnerable”, indicó el trabajo de la BCR.
En cuanto a precios, Russo explicó que “hace un par de meses con la pandemia, todo lo que estaba relacionado con el movimiento internacional y con el uso del combustible se vio afectado y el maíz está atado a los precios de los combustibles por el etanol. Obviamente que la demanda de combustible bajó y golpeó al precio. La incertidumbre radica en que no sabemos cuándo se termina la pandemia”.
“A nivel local, la incertidumbre aparece en las decisiones de siembra. Cuando apareció la medida tomada por el Banco Central en junio pasado que limitaba el acceso a dólares para importaciones, por más que la situación quedó igual, hubo una suba de precios en fertilizantes, porque no se sabía lo que iba a pasar. Otra cuestión que estamos notando cuando hablamos con gente que está alejada de los puntos de entrega, sobre todo en el norte, nos dicen que es un año muy complejo para hacerlo y el otro gran peso es el tema del clima, como ya lo dijimos”, comentó Russo.
Por otro lado, señaló que “el maíz es un cultivo muy caro de hacer. La carga financiera que hay que aplicar por hectárea es mucho más importante que en soja, por el valor de la semilla y la fertilización. Ya ahí te cambia un poco cómo lo proyectan los productores en el retorno por peso invertido. Sin embargo, el margen está por encima del que registra la soja, pero ante la cuestión de que hay que poner mucho más dinero, el riesgo es diferente. Es por eso que los productores están dudando”.