Durante la fase de cultivo, la espiga de maíz puede contaminarse con hongos productores de pudriciones, entre ellos especies del género Aspergillus, que bajo ciertas condiciones favorables puede producir aflatoxinas y ácido ciclopiazónico. Estos compuestos provocan efectos tóxicos en seres vivos expuestos al grano contaminado.
Las aflatoxinas son producidas principalmente por el hongo Aspergillus flavus que ingresa al grano de maíz cuando aún está en cultivo. El hongo permanece en el grano e infecta granos vecinos cuando están almacenados, lo que es un grave problema cuando estos granos son empleados para alimentar aves y cerdos en las granjas, produciendo perdidas tanto en el crecimiento como en la reproducción de los animales.
“Si el grano es consumido por el ser humano, las toxinas lo afectan; si es consumido por vacas lecheras, se estima que las toxinas pasan a la leche y en el caso de la molienda húmeda, las toxinas se concentran en los productos que luego son empleados para alimento de animales. La problemática se reporta en producciones de cerdos y aves en nuestro país y particularmente en Córdoba”, aseguró María de La Paz Giménez, investigadora del Instituto de Patología Vegetal (Ipave) del Inta.
Según la especialista, una alternativa de biocontrol es la identificación de cepas autóctonas del mismo hongo que no produzcan toxinas y que desplacen a las toxicas mediante el mecanismo conocido como exclusión competitiva. En algunas partes del mundo ya han desarrollado su propio bioinsumo, con cepas autóctonas.
“En el Ipave estamos trabajando en ese aspecto. Se está en proceso de aislamiento y caracterización de cepas del cinturón hortícola de la ciudad de Córdoba y se cuenta con cepas promisorias de una zona cercana a Jesús María. Con estas últimas se ha realizado el primer año de un ensayo que tiene como objetivo identificar el mejor método y el mejor momento de aplicación de los agentes de biocontrol promisorio”, agregó Karina Torrico investigadora del mismo instituto.
Para un hongo, nada peor que otro hongo
Las regiones que sufren estrés hídrico y térmico son favorables para el desarrollo del hongo. La estrategia de manejo que ha resultado ser efectiva en la reducción de la contaminación de aflatoxinas cuando el maíz se encuentra en el campo, consiste en el uso de cepas atoxigénicas nativas de Aspergillus flavus, que compiten por los mismos sustratos para su crecimiento con las poblaciones de cepas de la misma especie productoras de toxinas y las desplazan del nicho ecológico.
En el año 2011 la industria argentina del maíz informó que el 30 por ciento del maíz cultivado en la región centro norte fue rechazado debido a contaminación con aflatoxinas por encima de los límites regulatorios.
Debido a la problemática, empresas del sector productoras y el grupo de enfermedades de maíz del Inta, Ministerio de Ciencias y Tecnología y el Ceprocor acordaron trabajar en pos de reducir el impacto del problema.
A partir de ello en campañas consecutivas desde el 2012/13 y hasta el 2014/15 se lograron aislar 83 cepas nativas de Aspergillus flavus y se determinó su identidad, si producían o no aflatoxinas y los grupos de compatibilidad vegetativa (GCV) a los que pertenecían.
Se seleccionaron nueve cepas que pertenecían a GCV atoxigénicos nativos y ampliamente distribuidos en la región de estudio y fueron consideradas promisorias a ser utilizadas como agentes de biocontrol.
“En la actualidad trabajamos con las nueve cepas seleccionadas como potenciales agentes de biocontrol, por la característica que tienen de no producir aflatoxinas, lo que se está haciendo es sumar datos que complementan o corroboran esa característica y continuar incrementando el cepario para tener margen de elección”, aportó Karina Torrico.
Herramienta innovadora
La aplicación de un bioformulado hecho con cepas autóctonas para controlar la contaminación del maíz por aflatoxinas en casos de infección por Aspergillus flavus es una herramienta que no ha sido aplicada a campo en la región centro y norte de Argentina. El control biológico por medio de cepas no productoras de aflatoxinas utilizadas en las formulaciones de biopesticidas debe llevarse a cabo con cepas nativas de la región donde se realizara el control biológico. De esta manera el tratamiento se aplicará y se adaptará de manera eficaz al cultivo. Además, el uso de las cepas nativas suprime el riesgo ambiental que plantea el uso de hongos exóticos.
“El trabajo se encuentra en etapa de aislamiento y caracterización de las cepas de Aspergillus flavus en laboratorio y pruebas de comportamiento a campo. Queremos tener una buena colección de cepas no productoras de aflatoxinas, provenientes de distintos ecosistemas agrícolas, para disponer de la mayor variabilidad posible dentro de la cual elegir las más promisorias”, finalizó Torrico. (fuente AgroVoz)