El experto en pulverizaciones Daniel Leiva, de INTA Pergamino, se refiere al caudal, la presión y el tipo de pastilla.
La soja de primera avanza en su ciclo en la zona central del país y se acerca al período crítico para determinar su rendimiento. Asimismo, también crece la presión de enfermedades fúngicas y plagas, sobre todo, chinche, según datos que viene reportando el INTA Pergamino en las últimas semanas.
Considerando que el potencial de rendimiento del cultivo en esta región es alto, exceptuando ciertos sitios que están sufriendo severos déficit hídricos en estos últimos días, la respuesta al control de enfermedades y plagas debe ser contundente, dice Daniel Leiva, especialista en aplicaciones agrícolas del INTA Pergamino, en diálogo con Clarín Rural.
CONSEJOS CLAVE A TENER EN CUENTA
Por eso, Leiva brinda consejos clave a tener en cuenta para hacer aplicaciones terrestres o aéreas de fungicidas, luego de hacer los monitoreos ajustados que así lo determinen.
En el caso de equipos terrestres, las recomendaciones se basan en tres cuestiones centrales.
“Nuestros trabajos de campo para el tratamiento de enfermedades de fin de ciclo en esta época del año muestran que la mayor eficacia de control la logramos aplicando un alto volumen de agua y fungicida por hectárea (entre 120 a 150 litros), alta presión (5 kilos por centímetro cuadrado) y el uso de una pastilla de cono hueco.
Respecto a los volúmes, el especialista subraya que en la determinación de ellos se comenten los errores más comunes. “Existe la idea generalizada que con volúmenes entre los 40 a 60 litros por hectárea son suficientes para el control de enfermedades. En ningún trabajo detectamos mayor eficacia de control con esos niveles, teniendo en cuenta las condiciones climáticas actuales y el estado del cultivo en este momento del año. La razón de esta idea está asociada a que el empleo de bajos volúmenes permite menores tiempos operativos de trabajo y más autonomía”, dice.
Por otra parte, a un volumen completo de fungicida, Leiva aconseja el agregado de un tensoactivo órgano siliconado, que es de bajo costo y acelera la penetración del fungicida. Explica que una rápida absorción permite que el caldo permanezca menos tiempo sobre la superficie de la hoja y que allí se seque. “Si penetra una menor dosis al cultivo, menos impacto tiene la aplicación”, menciona.
De acuerdo a lo que señala el experto, las enfermedades de fin de ciclo se mueven desde la parte baja del cultivo hacia la parte alta, por eso, es muy importante que el caldo llegue a la parte baja y detenga el avance de la enfermedad.
“Se pierde poder curativo si la enfermedad se encuentra con el fungicida cuando ya avanzó por toda la planta”, afirma. Así, Leiva sostiene que cuando la humedad relativa del ambiente desciende por debajo del 50 por ciento al caldo de aplicación también debe agregarse un antievaporante.
“De esta forma, aseguramos que las gotas chicas lleguen hasta los estratos inferiores y no se evaporen antes de llegar al blanco”, sostiene.
Finalmente brinda las ideas importante en el caso de optar por hacer aplicaciones aéreas las cuales pueden ser comunes en varias zona porque hay muchos lotes que no tienen piso para que transite la pulverizadora.
“Cuando se hacen aplicaciones con avión, recomendamos una aplicar 15 litros de agua y fungicida por hectárea más el tensoactivo, un ancho de trabajo no mayor a 20 metros y agregar un antievaporante en el caso que la humedad relativa sea inferior al 60 por ciento”, detalla el experto.
En estos tiempos decisivos para la soja es primordial lograr los mejores resultados de tratamiento fungicida con los menores costos de aplicación. Por eso hay que atender estos consejos.