En los monitoreos de plagas previos a la siembra de los cultivos de verano, hay que estar muy atentos a la presencia de un insecto que puede causar daños sobre el stand de plantas afectando, así, el más temprano de las variables que determinan el rendimiento.
Se trata de los gusanos blancos, los cuales en bajas densidades son benéficos ya que mejoran las propiedades físicas del suelo y favorecen la descomposición de residuos orgánicos.
Sin embargo, cuando las poblaciones aumentan, afectan la implantación de cultivos invernales, ya que se alimentan de sus semillas, raíces y plántulas.
Un reciente informe del “Sistema de alarma de plagas agrícolas”, del INTA Marcos Juárez, alertó sobre la presencia mayor densidad de adultos de este gusano.
Si bien el trigo es el cultivo más afectado, la plaga también incide sobre centeno, cebada, avena, triticale, arveja y lenteja. Por ello, es fundamental el monitoreo en pre-siembra, con especial atención en suelos no perturbados o que salen de una pastura, donde la incidencia es mayor.
La Red de Manejo de Plagas (REM), de Aapresid, brinda una guía básica para comprender el funcionamiento de esta plaga y realizar un verdadero manejo integrado, a los que el programa dedicó a esta plaga un episodio de podcast completo dentro de la zaga “Integrando Manejos”, donde entrevista a la especialista Emilia Balbi, técnica especialista en manejo de plagas de INTA Marcos Juárez.
LA PLAGA
Hay varias especies de gusano blanco, que se agrupan dentro del llamado “Complejo de gusanos blancos”.
En relevamientos realizados por el INTA en el norte de Buenos Aires, sur y centro de Santa Fe se identificaron más de diez especies. Sin embargo, solo se considera económicamente perjudicial a Diloboderus abderus, popularmente conocido como “bicho torito”.
En las especies de gusano blanco, al tener una sola población anual, las condiciones ambientales de un año inciden en la abundancia poblacional del año siguiente. En este punto, la sequía favorece el aumento poblacional, ya que el bajo contenido de humedad en el suelo no favorece el control natural de la plaga, realizado por hongos y otros microorganismos entomopatógenos.
En otras palabras, las larvas que no son controladas se convierten en adultos, cuya descendencia significa un aumento poblacional de larvas para el año siguiente.
Monitoreo
Si bien la formación de “montículos” de tierra en la superficie del suelo es un indicio de la presencia de la plaga, la ausencia no significa que no haya larvas en el lote.
En este punto, la que nunca falla es un instrumento clave: la pala. Para un correcto monitoreo, es necesario hacer al menos 10 pozos cada 30 hectáreas, de 50×50 centímetros de superficie (1/4 metro cuadrado) y 30 centímetros de profundidad, uniformemente distribuidos en el lote.
En cada pozo, hay que observar atentamente la muestra de suelo extraída, desterronando manualmente y registrando la totalidad de larvas de gusanos blancos presentes, para luego estimar el número de larvas por metro cuadrado.
Control
En lo que hace al manejo y control, desde el REM indican que solo se justifica cuando la población de bicho torito es superior a 5-6 larvas por metro cuadrado, lo cual supone una pérdida de rendimiento del 10% en trigo.
Poblaciones menores de este insecto o presencia de otras especies de gusano blanco no justifican el control químico.
El tratamiento de semillas es la estrategia con mayor eficiencia, de alrededor del 70%. Insecticidas tales como tiodicarb, tiametoxam, teflutrina e imidacloprid, demostraron ser eficientes para este tipo de aplicación.
Cabe destacar, que si bien este método es preventivo, sólo debe usarse si se constata que el lote hay presencia de larvas por encima del nivel de daño económico.
Por otro lado, los especialistas desestiman la pulverización de insecticidas en cobertura total sobre la superficie del suelo, la cual muestra resultados erráticos, que nunca superan el 50% de eficiencia en el control. (fuente Infocampo)