Expertos advierten que los daños serán superiores a los de catástrofes anteriores. La actividad más afectada es la ganadera y tambera y ya se anticipa una gran pérdida de animales.
Las aguas empezaron a bajar, pero el daño económico tardará mucho tiempo en ser reparado. Por estas horas, los expertos en economía agrícola están tratando de estimar la magnitud de las pérdidas.
Aunque todavía no hay certeza sobre la cantidad de hectáreas bajo el agua y sobre qué tan grave es el perjuicio sobre las cosechas y animales, los analistas no dudan en calificar a esta inundación como la peor en 50 años.
Por lo pronto, esto implica que ya se espera que el daño sea mayor que el vivido en otras situaciones de catástrofe, como las ocurridas en 1998 y 2003, también en la región de la pampa húmeda.
LAS ACTIVIDADES QUE MÁS SUFREN
Las precipitaciones en el centro del país lejos están de ser una novedad. Sin embargo, esta vez tuvieron la particularidad de que cubrieron inmensas extensiones de territorio.
Las áreas más importantes que quedaron bajo el agua son el centro-norte de Córdoba y Santa Fe, la segunda y la tercera más grandes provincias agrícolas del país, respectivamente.
También fueron golpeadas regiones de Entre Ríos, Santiago del Estero, del norte de San Luis y de otras provincias del noroeste argentino.
Y aunque todavía es difícil determinar la magnitud del desastre con el que se encontrarán los productores una vez que baje el agua, ya se anticipa que los daños serán muy significativos en términos económicos.
Tambos y producción bovina
“Hay tambos que están cerrando, grandes extensiones de tierras que se han malogrado, granos de una gran variedad de cultivos que se fueron perdiendo y la ganadería se está trasladando”, sostiene en diálogo con iProfesional, Ernesto Ambrosetti, economista jefe de la Sociedad Rural Argentina.
Por su parte, Juan Manuel Garzón, economista jefe de IERAL, Fundación Mediterránea, explica que “las inundaciones ocasionan efectos muy adversos en todas las actividades agrícola-ganaderas, especialmente en la lechería y la cría en zonas bajas, que son muy proclives al anegamiento generalizado”.
En la producción de carne bovina, además de los contratiempos propios de la actividad (estrés de los animales, dificultades con el cronograma de alimentación, etc.), se suman problemas de logística por movimiento de la hacienda lista para vender, según indica Garzón.
Vale aclarar que son muchas las rutas cubiertas por el agua y los puentes que quedaron inutilizados y que dificultan enormemente la logística del traslado.
Tal como explica Ambrosetti, la alternativa que queda es el “arreo”, es decir sacar la hacienda a caballo, pero “con los caminos inundados es difícil que los animales avancen. Además, no se ven los alambres y demás obstáculos que hace que se lastimen”.
El alimento para las crías, así como la pastura, es otro de los insumos que se malogran al estar completamente cubiertos por el agua.
Todo esto hace que la pérdida de numerosas cabezas de ganado sea inevitable.
A las actividades afectadas se suma la tambera. “Cuando se inunda un tambo, se bloquean los accesos y no se puede sacar la leche. Esto obliga a tener que mover a la vaca de allí porque si no se puede ordeñar, la ubre se inflama y se produce una mastitis, luego fiebre y a partir de ahí tiene lugar todo un ciclo que termina en la muerte del animal”, sostiene Ambrosetti.
A todo esto, resta añadir las complicaciones para transportar la producción a la industria por varios días que podría forzar al tambero a tener que tirar litros de leche producida, en caso de no contar con suficiente capacidad de almacenamiento.
La infraestructura también sufre con las precipitaciones abundantes. Molinos y perforaciones se derrumban y los caminos internos quedan dañados, al igual que el alambrado.
Como si la situación para el campo de por sí no fuera lo suficientemente crítica, se suman cuestiones aún más graves.
Ambrosetti afirma que “cuando el agua posee corriente -es decir cuando tiene afluencia rápida como si fuera un río- al margen de que los cultivos y las pasturas se mueran, también se pierde parte del horizonte de tierra productiva que se va por arrastre”.
“Esas pérdidas son siderales. Cuesta muchos años recuperar esos terrenos. Para peor, si la correntada es realmente fuerte, ese campo no se recupera más”, sentencia el especialista.
Por lo pronto, el drama social aflora con inusitada fuerza y los perjuicios económicos afectan a cientos de productores, ya que buena parte de las inundaciones se dieron principalmente en terrenos con márgenes de rentabilidad muy baja, trabajados generalmente por ruralistas pequeños que no poseen la suficiente “espalda” financiera.
Fuente: Lechería Latina.