En Argentina, la producción de maíz alcanza solo el 53% del rendimiento potencial, y la principal razón es el bajo nivel de aplicación de nutrientes. FERTILIZAR AC mostró el costo-beneficio para la campaña 2024-25 de la fertilización del cultivo, y cómo la inversión asegura el retorno económico.
FERTILIZAR Asociación Civil llevó a cabo su tradicional Reunión de Prensa previa al inicio de la campaña de maíz 2024-2025, en la que se compartió el presente del cereal, enfocado en la inversión en tecnología y con un contexto desafiante.
En el encuentro se resaltó la necesidad de cerrar la brecha de rendimientos existente a partir de un mejor uso de las tecnologías en nutrición, que va a redundar en un retorno de la inversión, y que a su vez contribuye con el cuidado del recurso suelo.
La gerente ejecutiva de la entidad, María Fernanda González Sanjuan, destacó la importancia de la inversión en fertilizantes a pesar de los altos costos asociados, dado que el potencial de rinde para el maíz podría alcanzar hasta 11.500 kilos por hectárea en el promedio país. Sin embargo, el rendimiento promedio actual es de apenas 7.600 kg/ha, lo que representa solo el 34% del rendimiento alcanzable, según datos validados por el trabajo publicado recientemente de Brechas de Nutrientes, del cual la institución formó parte.
Esta pérdida de rendimientos, según González Sanjuan, se debe en gran medida a una insuficiencia en la aplicación de nutrientes esenciales. En números promedio país, la brecha de nutrientes a cubrir está en 50% de deficiencia de nitrógeno; 61% en fósforo y 81% en azufre.
“Estamos hablando de una brecha productiva que podría representar casi 4.000 kilos adicionales por hectárea en promedio país. Al aplicar este aumento en las actuales 6 a 7 millones de hectáreas cultivadas, el impacto sería realmente de gran impacto en las toneladas producidas”, describió.
González Sanjuan explicó la conveniencia de invertir en fertilizantes considerando la relación insumo-producto que determina cuántos kilos de maíz se necesitan para comprar un kilo de fertilizante y cuántos kilos adicionales de grano produce ese fertilizante adicional:
• Para el caso del nitrógeno (N), enumeró que se necesitan 7 kilos de maíz para adquirir un kilo de este nutriente. Ese kilogramo de N genera entre 15 y 25 kilos de maíz: esto significa que después de cubrir el costo del insumo (7 kilos) quedan entre 8 y 18 kilos adicionales de ganancia: un balance positivo que justifica la inversión.
• En el caso del fósforo: se requieren, a los precios actuales, 22 kilos de maíz para cubrir 1 kg de este nutriente, pero genera entre 25 y 65 kilos de grano. Entonces, aun así, el fertilizante sigue aportando un retorno significativo en forma de mayor rendimiento.
• El azufre demanda también 7 kilos de maíz para ser adquirido y puede generar entre 45 y 95 kilos de grano. La ganancia es aún mayor. “Fertilizar es una buena inversión”, aseveró la ejecutiva de Fertilizar AC.
González Sanjuan concluyó subrayando que la tecnología de fertilización no solo se paga a sí misma, sino que también es la que garantiza el rendimiento y la estabilidad de la producción a lo largo del tiempo. Al día de hoy, si calculamos la inversión en dólares que requiere un manejo adecuado de fertilizantes versus los ingresos adicionales que genera en granos cosechados, tenemos una renta del 40% en 6 meses. Esto representa un retorno de la inversión en fertilizantes equivalente al 80% anual en dólares. “Es fundamental que los productores evalúen cuidadosamente la tecnología de fertilización y busquen asesoramiento profesional para maximizar su inversión y rendimiento”, afirmó.
La importancia del manejo
A su turno, la Ingeniera Agrónoma Cecilia Cerliani de la Universidad Nacional de Río Cuarto, abordó el manejo nutricional del maíz, subrayando cómo una adecuada nutrición puede cerrar la brecha entre el rendimiento actual y el potencial máximo del cultivo.
Cerliani destacó que, en el departamento de Río Cuarto, el rendimiento promedio de maíz es de 5.800 kilos por hectárea, pero que existe el potencial de alcanzar bajo riego los 19.000 kg/ha, en condiciones hídricas y nutricionales no limitantes, lo que revela una brecha significativa de 13000 kilos/ha, entendida en parte por la deficiencia hídrica y en otra parte por la nutrición del suelo: las investigaciones mostraron que las dosis promedio de nutrientes aplicadas por los productores son insuficientes, con brechas importantes en nitrógeno, fósforo, azufre y zinc
La especialista enfatizó la importancia de un manejo nutricional basado en las «4R» (del inglés Right: Correcta): Fuente Correcta, Dosis Correcta, Momento Correcto, y Forma Correcta.
En tanto, dijo que, para lograr una nutrición adecuada, “es esencial” comenzar con un diagnóstico preciso mediante análisis de suelo. “Encarar un manejo sin realizar estos análisis dificulta una aplicación eficiente de los nutrientes”, apuntó.
A la hora de las recomendaciones de aplicación, Cerliani detalló que si el análisis de fósforo en el suelo, muestra niveles inferiores a 15-18 ppm (partes por millón) hay una altísima chance de respuesta y por lo tanto se requiere el agregado de este nutriente. En cuanto al nitrógeno, la dosis óptima varía según el rendimiento esperado del cultivo y las condiciones climáticas, siendo menor en años secos y mayor en años húmedos.
La ingeniera también abordó el impacto económico de diferentes fuentes de nutrientes. Los ensayos mostraron que la aplicación balanceada no solo incrementa el rendimiento del maíz, sino que también resulta más rentable a largo plazo, a pesar de su costo inicial más alto. Además, enfatizó en que la aplicación de estas estrategias a lo largo del tiempo, le dan estabilidad al sistema productivo.
Cerliani presentó datos que indican que la aplicación balanceada de nutrientes puede mejorar el margen bruto hasta en 48 dólares por hectárea, comparado con estrategias menos completas.
Asimismo, enfatizó en la correcta aplicación de los fertilizantes. En este sentido, mostró algunos resultados que indican que, la aplicación de fertilizante nitrogenado en estadios avanzados puede aumentar la eficiencia y el rendimiento, con respecto a aplicaciones al voleo de urea o a la siembra incorporada.