La agricultura tiene que cambiar si realmente apuesta a un cuidado del suelo. Como lo hizo en los 90 pasando de una agricultura baja en insumos y basada en la labranza a una agricultura basada en la siembra directa con insumos, ahora se abrió paso a una agricultura basada en procesos y con un gran uso de la tecnología pero el desafío es llegar a una agricultura climática inteligente, con un desarrollo paralelo de esquemas de trazabilidad y certificación.
Durante su paso por el congreso de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) el ingeniero Miguel Angel Taboada, director del Instituto de Suelos del INTA, habló de las principales amenazas sobre las funciones del suelo en el mundo y en la Argentina. Y planteó que para salir de la batalla «campo vs. cuidado de la tierra» es necesario generar un rédito en el negocio. Destacó, en ese sentido, que «hacer bien las cosas» en el mundo se paga. A modo de ejemplo, mencionó que Bunge prohibió a nivel global la compra de aceite de soja de lugares deforestados, algo que fácilmente se puede controlar con trazabilidad.
En su presentación, Taboada señaló los desafíos de la agricultura ante el cambio del uso de la tierra, más el cambio climático, que llevaron a la erosión del suelo, los excesos hídricos e inundaciones, la creciente salinización y los deslizamientos y aludes, sumada al alto desbalance de nutrientes y acidificación y la contaminación por insumos agropecuarios.
El magíster en ciencias del suelo precisó que la erosión por el agua, el viento y las labranzas es el proceso de degradación más difundido a nivel global. Pero en Argentina más de 100 millones de hectáreas están erosionadas. La siembra directa moderó la gravedad de la erosión, pero el proceso no se detuvo. La erosión hídrica genera pérdidas por 30 millones de dólares al año según el INTA.
«Los suelos se están empobreciendo», subrayó Taboada sobre el impacto por la pérdida de materia orgánica y el desbalance de nutrientes que se genera entre lo que se exporta en las cosechas y lo que se repone vía fertilización u abono orgánico.
Sobre la salinización de los suelos, el investigador del Conicet dijo que se trata de un proceso de amplia difusión geográfica y apuntó que también tiene que ver por la prevalencia de unas 12 millones de hectáreas de suelos de campos bajos afectados por napas cargadas en sales próximas a la superficie. «Los problemas de salinidad han sido agravados por el desmonte y la desaparición de pasturas», señaló Taboada.
En ese sentido, consideró que se está haciendo agricultura «en lugares de riesgo», por eso dijo: «No le echemos la culpa siempre al gobierno».
El director del Instituto de Suelos del INTA remarcó que «hay que defender la biodiversidad como buenos seres humanos y porque estamos comprometiendo la productividad».
El profesor asociado en la cátedra de fertilidad y fertilizantes de la Fauba explicó que los principales desafíos que enfrentará el sector agropecuario en los próximos años tienen que ver con la regulación de las inundaciones, la pérdida de biodiversidad y la contaminación difusa.
Puntualmente, sobre la pérdida de biodiversidad indicó que las causas tienen que ver con la homogeneización de los paisajes, los desmontes y desaparición de pastizales y pasturas y el uso no responsable de agroquímicos. Los riesgos tienen que ver con la falta de polinizadores, especies amenazadas que aparecen, pérdida de corredores biológicos y especies invasoras.
Como contaminación difusa dijo que las prácticas agrícolas no sustentables pueden liberar contaminantes en los suelos y en el medio ambiente.