«La ganadería vacuna argentina tiene un gran futuro. Lástima que siempre sea ´futuro´», expresó el especialista ganadero Ignacio Iriarte. ¿Será también así esta vez?
El especialista ganadero Ignacio Iriarte tiene una frase que ya es un clásico: «La ganadería vacuna argentina tiene un gran futuro. Lástima que siempre sea ´futuro´». ¿Será también así esta vez?
La asunción del nuevo Gobierno y el abrupto cambio de expectativas para la producción encontró a la carne vacuna en una situación comparativamente buena respecto de otros productos del campo como los granos o la leche. De hecho, el último informe mundial de la FAO indica que se mantendría la tendencia creciente del comercio mundial del producto y, por ende, sus precios seguirán relativamente firmes. La desventaja interna es que al recortarse las retenciones del maíz, a pesar de la baja relativa en las cotizaciones internacionales de los granos, los costos de producción de carne vacuna se mantienen comparativamente altos, sobre todo en los planteos intensivos como los feed lots, o el engorde en encierre.
De todos modos, en Argentina, la devaluación, el recorte de las retenciones y el levantamiento de las restricciones al comercio, como los Roes rojos, por ejemplo, sin duda cambiaron sustancialmente el resultado de la ecuación que ahora no sólo da una renta positiva en casi todos los planteos (cría, recría, invernada), si no que, además, recuperó cierta competitividad lo que la hizo perder el extraño «privilegio» de ser la carne más cara del mundo. Hoy se abarató, colocándose detrás de Uruguay, aunque Brasil sigue siendo todavía más económico, lo que vuelve a permitir la exportación (con buenos precios internacionales), y esto hace prever, nuevamente, una mejor integración de las ventas entre los mercados interno y externo posibilitando, así, una relativa estabilidad en los precios internos de los cortes más demandados en el mercado local (asado, cuarto delantero, entre otros) a partir del «derrame» que pueden posibilitar las cotizaciones internacionales. De hecho, en el pasado, en algún momento se llegaron a regalar asados remanentes de la exportación del famoso «corte pistola» (donde están los cortes más caros), debido a que las ganancias de las ventas al exterior permitían subsidiar así al mercado interno.
SE PREVÉN ALGUNAS ALTERACIONES NO MENORES
Pero, por supuesto, esta es la «jugada de pizarrón», lo óptimo, que será muy difícil de lograr de entrada cuando se prevén algunas alteraciones no menores que, además, podrían arrastrar a problemas mayores, sobre todo si siguen hipersensibilizados algunos funcionarios encargados directa, o indirectamente, del tema de los precios, en este caso de los alimentos.
La experiencia anterior, en diciembre, cuando los precios al consumo se recalentaron, entre otras cosas por estacionalidad, no faltó el voluntarista que intentara asustar con la amenaza de importar carne para mantener los precios controlados, lo que no sólo se sabe que no sirve, sino que no ayudó en nada a los ánimos, al refrescar la memoria sobre el estilo de manejo oficial de la gestión de estos años previos.
El asunto es que como ocurre muchas veces, «llueve sopa y Argentina está con un tenedor»: el mercado internacional de carne vacuna está muy bien, pero el país tiene muy poco para vender (excepto que desplace volúmenes del consumo interno a las exportaciones, tal como hizo hace unos años Uruguay).
Sólo con cuotas que hace años que no se cumplen, como las más de 30.000 toneladas de la Hilton para la Unión Europea, o la reciente 481 también para Europa, o las más de 20.000 toneladas a los Estados Unidos que se recuperarían en este ciclo, o el mercado de Canadá, podrían constituir un puntapié inicial más que interesante, además de otros mercados menos pretenciosos (en materia de precios) como Rusia y China, entre otros.
Sin embargo, el cuello de botella es que para cubrir esas demandas se requieren animales pesados, que no son los que consume hasta ahora el mercado interno (que todavía ocupa más del 90% de la demanda), y para llegar a esos pesos se requieren más inversiones y tiempo, algo difícil para la empresa ganadera hoy, que viene jaqueada de años de malos ejercicios y pérdidas de magnitud, que incluyeron la caída de casi un cuarto del rodeo bovino (unos 11-12 millones de cabezas).
Pero además, Argentina lleva 3 años con problemas climáticos en plena etapa de pariciones, lo que determinó la pérdida de miles de cabezas de terneros cada año, por inundaciones en zonas de cría (Cuenca del Salado, islas del Paraná, Litoral).
Se sabe, además, que los índices de extracción son muy bajos y la estratégica sanidad es aún cara, al menos, hasta que se produzca el arranque y la rueda comience a girar.
Argentina tiene historia de exportación. Llegó a superar las 700.000 toneladas a mediados de los ´90 y también hace 6-7 años, aunque en este último caso fue como consecuencia de la fuerte liquidación ganadera de aquel momento. Ahora el tonelaje apenas ronda las 200.000 toneladas lo que, obviamente se puede aumentar, pero no va a ser ni tan automático ni tan fácil, a pesar de la clara retención de vientres que ya se está operando.
Va a ser necesario, también, que las autoridades tengan un poco de creatividad y se adopten decisiones políticas que permitan el «arranque», como los créditos a tasas moderadas, para recuperar infraestructura ganadera, las compensaciones que alienten a la producción de animales «pesados» de exportación, algunos reintegros para los frigoríficos, y alicientes impositivos de corto plazo, entre otros, o las atractivas posibilidades de exportación de carne vacuna, no serán más que un estupendo futuro, al que nunca se va a llegar.