Este ha sido un año bastante complicado para la ganadería -en realidad para todo el campo- en virtud de que la sequía que comenzó en la primavera de 2022 se trasladó hasta la primavera de 2023.
Esto nos complicó mucho, hizo que los criadores no pudiéramos hacer cría, recría y después corral, y tuvimos que saltar la recría y pasar al corral. Eso aceleró el crecimiento de nuestros animales y también aceleró la oferta, lo que generó que la carne no aumentara por 12, 13 meses.
Pero como la crónica de una muerte anunciada, el aumento del precio llegó cuando llovió y, en los últimos días de noviembre, el valor de la hacienda aumentó más del 20%
Aunque después pasó algo realmente inexplicable: en 35 años que ando en el tema nunca vi que en una semana la hacienda aumente entre 50 y 60%, y a la semana siguiente baje entre 20 y 30%.
Esto pone de manifiesto que el que en definitiva termina colocando el precio es el consumidor que dice convalido o no convalido los precios, en este caso no los convalidó.
Lo que tiene de bueno toda esta desgracia de los últimos 15, 16 meses, es que hay como panorama para los criadores y para la ganadería en general, precios sostenidos durante, por lo menos, un año, si no dos.
¿Por qué? Porque falta un millón y medio de cabezas, porque hubo liquidación de hembras, y recomponer ese stock de hembras va a demorar por lo menos un año, es decir, vamos a tener un 24 y un 25 con altos precios de la carne. (fuente Noticias AgroPecuarias/por Miguel Schiariti)