En la antesala a un nuevo Congreso Maizar que se realizará esta semana en suelo porteño, desde la cadena del maíz centrarán su mensaje hacia productores, industriales y público en general con un mensaje directo: que producir una tonelada de maíz en Argentina tiene bastante menos impacto en otras partes del mundo.
Con esa ventaja comparativa arriba de la mesa, a partir de allí podrían generarse nuevas oportunidades comerciales que en la cadena del cultivo buscarán capitalizar en los próximos años. Por eso, el investigador de INTA Manfredi Rodolfo Bongiovanni, quien es en la actualidad el coordinador de la Plataforma Huellas Ambientales del Instituto, destacó los métodos de producción en nuestro país.
“El lema del Congreso es la Bioeconomía, que es el conocimiento aplicado a la producción biológica. Queremos llegar a demostrar que el maíz argentino tiene una de las huellas de menor alcance a nivel mundial”, indicó en diálogo con radio La Red.
Desde el INTA se tomaron el trabajo de comparar la huella del maíz argentino con unos 69 sistemas productivos, junto a la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
“Nos encontramos con valores muy por debajo de los estándares internacionales. Nuestro maíz es más sostenible porque tiene una baja huella de carbono”, graficó.
¿Cómo se mide?
La medición arrojó que la huella de 1.246 kilos de dióxido de carbono por hectárea, si es tomada una tonelada de cultivo de maíz por 178 kilos de dióxido equivalente, por tonelada de maíz en el campo.
En relación a otros cultivos mundiales, el maíz argentino resulta un 61% inferior al relevamiento que se hizo en todo el mundo.
“Es cierto que esas mediciones anteriores habían incluido los cambios de suelo y la deforestación en el Amazonas, y nosotros no tuvimos ese problema. Nuestro maíz está hecho en zonas no deforestadas. Y ya son suelos productivos hace más de 20 años”, comparó.
En esa contraposición, al cotejar al maíz argentino con el estadounidense, producto ícono del desarrollo tecnológico, la comparativa le da al maíz argentino una huella del 25% más chica que la de ese maíz. Misma situación sucede con el cereal canadiense.
“Y si nos comparamos con Brasil, es del 52%, porque ellos tienen problemas de deforestación. Los bosques tienen un stock de carbono que si vos los removés, estás emitiendo a la atmósfera todo ese carbono. Cuando deforestás hay un castigo muy grande porque estás eliminando eso”, planteó Bongiovanni.
Y aseguró: “En Argentina hacemos siembra directa y cultivos de servicio, eso hace que haya un premio a la huella de carbono argentina, de cualquier cultivo”.
¿Cómo capitalizarlo?
Uno de los puntos que más dudas genera entre los productores tiene que ver con los métodos de capitalización de estos procesos productivos.
“Está empezando recién. En el Congreso demostraré un caso de Francia, donde ya está establecido un sistema en el cual se mide qué es lo que se produce en el campo y qué es lo que llega a la mesa, en el que la diferencia de precios es abismal. Allí la diferencia es de 10 a 1. Pero eso ocurre porque son productos nuevos y novedosos, destinados a satisfacer un nicho de consumidores que están preocupados por este objetivo y están dispuestos a pagar un sobreprecio”, señaló.
En ese sentido, alertó por lo que considera el riesgo de “green washing” en la actividad. ¿Qué significa?
“Tiene que ver con el riesgo de que haya demasiados espejitos de colores. Por suerte estoy viendo que estamos creciendo sanamente”, sostuvo.
Para Bongiovanni, se trata de aquellos mensajes que existen vinculados a la producción y su huella ambiental que no se rigen por los que establece el IPCC (Panel de Cambio Climático) a nivel global.
“No están adecuados a las normas. Por eso lo importante es hacer este producto de acuerdo a lo que pide la norma y los métodos aprobados internacionalmente para que luego ese producto pueda ser etiquetable. Afortunadamente han aparecido muchas consultoras privadas que se dedican a certificar y se está avanzando mucho en el tema”, cerró. (fuente Infocampo)