Con el lema “La cadena está preparada frente a un nuevo momento de la soja”, en el Seminario Acsoja 2023 se llevó a cabo el Panel técnico, en el que se presentaron las tecnologías indispensables para retomar el camino del crecimiento y lograr que la Argentina alcance los 65 millones de toneladas
Moderado por Guillermo Gerster, del Inta Marcos Juárez, el primer orador fue Federico Menón Martínez de Prosoja y del semillero Don Mario, quien disertó sobre “Semillas: innovación; nuevas tecnologías aplicadas en investigación”, que apuntan a “maximizar el mejoramiento en genética de semillas (breeding) a través de las ‘cruzas’, la evaluación y la selección”.
Lo más novedoso en el desarrollo de semillas pasan por tres grandes grupos tecnologías: las ómicas (genómica y fenómica); el rapid cycling (speed breeding y doble haploide) y la edición génica.
Las ómicas, que facilitan el estudio de las comunidades microbianas de distintos ecosistemas, particularmente del componente biológico del suelo, engloban campos de investigación como la genómica (identificación de genes de distintas características, como las relacionadas al rinde) y la fenómica (en la cual actualmente se usan drones y robots que analizan los cultivo, por ejemplo, para establecer grupos de madurez).
En el caso del speed breeding, que está conformado por un sistema hidropónico en cámara de cría, con un fotoperiodo provisto por tubos fluorescentes y una temperatura controlada, Menon Martínez describió que es un sistema que hace unos años lograba desarrollos en semillas en 11 y que actualmente se hace en 7 años, pero en Don Mario esperan bajarlo próximamente a 5 años.
La 3ra tecnología «moderna» es la edición génica, a la que definió como una ‘tijera molecular’ para cortar el genoma, y que permite ir mejorando incluso los materiales de elite, por ejemplo, incorporándoles genes de tolerancia a la sequía o para mejorar la digestibilidad del grano.
Nutrición de la soja
A su turno, el Dr. Martín Díaz Zorita se refirió a la necesidad de “retomar el camino de la fertilización en soja”. El especialista remarcó que “todos los nutrientes son esenciales para el normal crecimiento de las plantas”, ya que forman partes estructurales y regulan procesos fisiológicos, por eso es clave hacer un correcto manejo de la nutrición que consiste en combinar aportes desde el suelo, el aire y los fertilizantes.
Actualmente, según el experto, el 60% de los lotes tienen deficiencia de fósforo (P), el 30% presenta limitaciones en potasio (K) y azufre (S) y el 8% en nitrógeno. Además, indicó que un estudio realizado en 2018 señala que existen limitaciones generalizadas de materia orgánica que llevan a deficiencias de nitrógeno, azufre y boro.
“El fósforo ha caído a razón de una parte por millón por año en los últimos siete años”, dijo Díaz Zorita.
“El 70% de la región pampeana presenta deficiencias en fósforo y limitaciones generalizadas de nitrógeno y azufre”, dijo el especialista. Asimismo, se han detectado limitaciones localizadas de micronutrientes y de potasio en diversas regiones.
En las zonas donde se aplica fertilizante, la dosis medida utilizadas es de 63 kilos por hectárea, y la composición, de acuerdo con lo que reveló Díaz Zorita es de: 92% fosfatados; 6% azufrados, 2% otros y cero en nitrogenados. En tanto, el uso de inoculantes con rizobios llega al 80 %.
En promedio, para cultivos de 3.000 kg/ha, los aportes al fertilizar cubren hasta el 60% de las necesidades de fósforo y hasta el 30% de las necesidades de azufre.
Tal como explicó Díaz Zorita, hoy el manejo de la nutrición explica brechas del 15% al 23% entre los rendimientos alcanzables y los actuales.
Para alcanzar altos rindes en soja, el experto instó a hacer diagnóstico de limitaciones, correcciones de fósforo, azufre y micronutrientes limitantes según las expectativas de rendimientos logrables.
En cuanto a la inoculación, señaló que queda un 20% de la superficie de soja sin recibirla. “Al inocular aumentan los rendimientos en 228 kilos por hectárea, es decir, un 8,1%”, contó Díaz Zorita. “La columna vertebral de la nutrición pasa por el nitrógeno”, aseguró. Y advirtió que el 8% de los rendimientos están definidos por la inoculación.
Finalmente, subrayó que “las condiciones actuales de fertilidad y de manejo limitan los rendimientos, pero con estrategias balanceadas de nutrición, la producción podría aumentar del 15% al 23%”.
“Hay que nutrir mejor la soja. En soja de primera y de segunda, para el manejo responsable de nutrientes hay que identificar elementos limitantes con un diagnóstico ambientado de suelos, inocular todos los años con rizobios, y aplicar estrategias de fertilización combinada de macro y micronutrientes (P, S, Zn)”, señaló Díaz Zorita. Es que, según afirmó, “los nutrientes no están solos en el manejo y la combinación da saltos en la eficiencia de uso” según estudios. Por eso llamó a “pensar en forma combinada”. También recomendó elegir fertilizantes según nutrientes limitantes y colocarlos en el lugar y momento adecuado, aplicando las dosis según las necesidades de crecimiento de los cultivos.
Inocuidad de los productos
La bioquímica Ángela Orlando, directora de Greenlab, abordó el tema de la seguridad alimentaria y los requisitos aplicables a los productos de soja que Argentina exporta. En principio, definió que un alimento inocuo es aquel “que está libre de bacterias y hongos o mohos, productos químicos y otros materiales que puedan ser dañinos para la salud”. Tanto por la presencia o por la cantidad en que se encuentran en el alimento, estas sustancias ponen en riesgo el estado de salud de los animales y personas que la consumen. El Parlamento Europeo considera sustancias indeseables a cualquiera que presente en el producto destinado a la alimentación animal, constituya un riesgo para la salud humana, la salud animal o el medio ambiente.
Orlando hizo un repaso de casos emblemáticos de contaminación alimentaria a nivel global como el de la llamada “vaca loca”, cuyo foco estuvo principalmente en Reino Unido.
La bioquímica contó también que, en 1992, Holanda comenzó un proyecto que incluyó un conjunto de pautas para el sector de piensos en ese país, que luego se convirtió en un esquema de certificación completo, reconocido y respetado en todo el mundo, el cual se considera una ‘licencia para vender’ a nivel global. “Las empresas certificadas con este protocolo, contribuyen a la seguridad alimentaria, estableciendo un comercio confiable y una cadena de suministro sólida”, señaló Orlando.
“Debemos tomar conciencia que estamos al comienzo de la cadena alimenticia, formamos un eslabón fundamental”, dijo la experta. Al tiempo que mencionó que el Esquema de certificación de alimentos GMP+ es el más grande del mundo, llevando 31 años en Países Bajos y 23 años en Argentina. GMP+ plantea la implementación de servicios de laboratorio. “Si la medición y el monitoreo se realizan mediante un análisis, la compañía certificada GMP+ asegura que esto sea realizado por un laboratorio aprobado para esto, bajo el módulo GMP+ FSA; y el uso de Laboratorios Registrados GMP + es obligatorio”, contó.
Rotaciones
Por su parte, Silvina Bacigaluppo del INTA habló de las rotaciones y partió de señalar que el escenario actual de la producción de soja en Argentina muestra una gran brecha de rendimientos, desde cosechas en promedio de 2,2 tn/ha en el sur, a 6 tn/ha en la región núcleo. “Pero el rinde logrado es de 3,2 tn/ha en soja de primera; y en soja de 2da la brecha es de 30%. Esto quiere decir que podemos ganar mucho en producción sin aumentar la superficie”, aseveró.
También la especialista destacó la importancia del cultivo basado en otras dos cuestiones: es la principal fuente de proteína de origen vegetal y la leguminosa de mayor contenido proteico; y su importancia en la captura de nitrógeno del aire.
En los ensayos que realizó el Inta también se probó la diferencia en rendimientos y en sustentabilidad cuando la oleaginosa se realizó dentro de un esquema de rotación. “El ciclo soja-soja compacta el suelo; con cultivos de cobertura, o con maíz o trigo, los bloques (de tierra compactada) se van desarmando”.
Bacigaluppo precisó que la respuesta de la rotación no fue inmediata, sino que se dio después de algunas campañas. “En los años normales la mejora fue de 16% y en años ‘secos’ fue de más de 40%”.
“El cultivo de soja ‘siempre está’ pero debe ser un integrante más del agroecosistema”. En este sentido reforzó que “las rotaciones mejoran la calidad química, física y biológica del suelo”.
“Las secuencias que minimizan los períodos de barbecho son estratégicas para aumentar los rendimientos de los cultivos por unidad de superficie”, concluyó.