Las lecciones que deja la sequía

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Las rotaciones, las buenas prácticas y los seguros agrícolas son centrales para mitigar el cambio climático.
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Se largó la cosecha de maíz y soja en medio de una sequía histórica. Los cultivos que hace dos meses nos encaminaban a un nuevo récord nacional, ahora nos entregan rindes mediocres y algunos, inclusive, no llegarán a la cosecha.

A partir de fin de año, las lluvias comenzaron a negarse y las tormentas pasaron de largo en casi toda la pampa húmeda, dejando sólo algunos milímetros por aquí y por allá, mientras regiones enteras quedaron sin una gota.

Todavía no terminó la cosecha gruesa de este año, pero podemos estimar las pérdidas de producción en una magnitud de 10 millones de toneladas de soja y otro tanto de maíz, lo que representa unos 5.000 millones de dólares en términos relativos a ingresos de divisas potenciales. Aunque gran parte de eso se está compensando con la suba de los precios en los mercados internacionales, no se compensarán los camiones que transporten menos carga, las plantas de silos con menor movimiento y los productores más afectados, que se quedarán casi sin producción.

¿Cómo prepararse para estos desafíos del clima que por el cambio climático pueden ser cada vez más severos? Podemos abordar el problema en tres etapas: primero anticiparse, luego distribuir los riesgos y por último atender los problemas que no podamos evitar.

Para anticiparnos necesitamos buenas políticas agrícolas y que ellas se sostengan en el largo plazo. Los cultivos mejor implantados, con mayor tecnología, y que se insertan en sistemas de producción diseñados para el largo plazo, son más resilientes al clima. En esta cosecha se destaca claramente que los campos bien manejados amortiguan mejor el impacto de la sequía.

¿Qué necesita el productor argentino para seguir adoptando sistemas de producción cada vez más eficientes? Necesita reglas claras. Un evidente proceso de mejora comenzó en 2015, cuando este gobierno eliminó las retenciones al trigo y al maíz y las restricciones a las exportaciones (ROEs). Los modelos de producción más eficientes, más sostenibles ambientalmente y más resilientes al clima comenzaron a crecer.

La rotación de cultivos, base fundamental de la producción sustentable y de la diversificación del riesgo climático, mejoró de una relación de 70% soja y 30% gramíneas, a una relación 50-50. La fertilización, que eleva la producción y a su vez promueve el desarrollo de raíces que permite a los cultivos captar agua en medio de la seca, aumentó 60%. También creció la agricultura por ambientes, ajustando con más precisión cada cultivo al ambiente que le toca. La venta de maquinarias más eficientes, que implantan las semillas en el lugar preciso, creció más de 50%.

Seguramente en unos meses, a pesar de la seca, más de 100.000 productores argentinos vuelvan a enterrar su capital en nuestros suelos. Serán unos 10.000 millones de dólares para seguir apostando a la producción, a lo que saben hacer. El Estado estará presente, marcando la cancha para que el campo siga mejorando sus sistemas de producción; simplificando los trámites para que los productores se dediquen a su trabajo, mejorando las condiciones de financiamiento y también trabajaremos en generar condiciones para que se ofrezcan nuevos seguros climáticos y se aplicará la ley de emergencia para los que, a pesar de todos los esfuerzos, caigan a merced del clima.

En definitiva, si logramos mantener el rumbo y seguimos impulsando el proceso de mejora continua en el largo plazo, los productores argentinos afrontarán el cambio climático cada vez mejor preparados.

 

Por Luis María Urriza | Clarín Rural*