La falta de lluvias y la desecación del suelo por las altas temperaturas con las que finalizó agosto afectó a 300.000 hectáreas de trigo, a las cuales dejó en condición regular. Lo que estaba en juego, pasadas estas circunstancias era la sobrevida del número de macollos, que luego aseguren más espigas.
Con un 25% del cultivo empezando a encañar, estas precipitaciones podían frenar la pérdida de macollos y mantener las expectativas de altos rindes en la región núcleo. Por eso, los primeros días de septiembre marcarán “el hito” de este ciclo productivo.
“Con una semana más sin agua, los efectos de la falta de agua en el rinde serían irreversibles”, repetían los productores y técnicos en la zona núcleo, de acuerdo a lo que destaca el informe semanal de la Bolsa de Comercio de Rosario.