El productor Alejandro Ballari encontró, en el sudeste cordobés, que con los ciclos cortos de Stine consigue excelentes resultados en su planteo de alto rendimiento. Los siembra desde la primera campaña y confía en ellos cada vez más debido a sus 180 quintales por hectárea, de rinde promedio.
El agricultor cuenta que lleva adelante un rotación de 50% maíz y 50% soja. «Hace unas cinco campañas saqué totalmente al trigo de la rotación para intensificar el manejo del maíz», explica. Y también, por conexión con este cereal, se reconoce como muy gustoso por la siembra del cultivo. «Irme a sembrar unos días y desenchufarme es mi psicólogo», confiesa. La empresa tiene máquinas propias: dos sembradoras, un pulverizador, fertilizadora, cosechadora y transporte. Asimismo, como buen «fierrero», hace veinte años empezó a trabajar con herramientas de agricultura de precisión, a partir de la compra de la primera cosechadora John Deere. «El 70% de los campos que siembro son muy parejos, pero, en el restante 30%, hago prácticas sitio-específicas», detalla. Desde el año 2005, en un viaje a Estados Unidos, Ballari volvió convencido de que, para conseguir rindes promedios de maíz por encima de los 150 quintales, debía cambiar la forma de fertilizar y buscar la mejor genética. En el proceso de alcanzar estos altos rendimientos le recomiendan la genética de Stine, hace tres campañas. Él ya conocía al semillero por diferentes viajes que había hecho a Norteamérica. «Por medio de ensayos que hago en los que campos que siembro, con la mejor genética de distintos semilleros en ciclos cortos, notaba que un híbrido de excelente performance en redes de experimentación, solo conseguía un rendimiento promedio en mis lotes. A todos, los pruebo con la mejor tecnología: triple fertilización nitrogenada y altos niveles de fósforo», cita el productor maicero que, hasta la última campaña, tenía altos rindes a partir de la presencia cercana de la napa freática. Con dos sequías mediante y los altos rindes que ya alcanzó, este ciclo 2022/23, la napa freática descendió hasta niveles que no llegan las raíces de los cultivos. El productor recuerda que, con la primera prueba que hizo de híbridos de Stine, había uno de ellos, que ya no está en la paleta de productos, que alcanzó los 205 quintales por hectárea. Quedó sorprendido. «Me interesan mucho los materiales cortos de Stine, de unos 110 días de madurez fisiológica, porque logran rendimientos altísimos para el promedio argentino. Tal vez, en Estados Unidos son productividades normales, pero acá son atípicos», dice y aclara que, además, le gustan por la buena estructura de planta y la sanidad. En las últimas dos campañas, Ballari sembró el ST 9734-20, con tecnología Liberty Link. En el último ciclo 2021/22, el híbrido pudo sembrarse en fecha óptima y llegar con buena condición hasta el momento en se terminaron las precipitaciones, a mediados de diciembre de 2021. «Considerando que parte del ciclo se cortó, el híbrido rindió 80 quintales», subraya. Asimismo, explica que al 9734-20 lo fue sembrando en ambientes de inferior calidad por una cuestión de rotaciones. «Son ambientes con mosaicos de suelos y en las mejores partes, con siembra y fertilización variable aplicada, el híbrido llegó a picos de 170 quintales. En esos micrositios, se dosifica a razón de 180 kilos de nitrógeno elementos por hectárea y entre 85.000-87.000 plantas», detalla. El productor adelanta que, esta nueva campaña, probará un nuevo híbrido corto, el ST 9741-20 (Liberty Link y Agrisure Viptera 3), que «los técnicos de Stine ya me comentaron que es muy superior a ST 9734-20», se entusiasma. |
LA CAMPAÑA 2022/23
“Tuvimos la suerte que, entre julio y agosto, llovieron entre 40 a 60 milímetros y estoy empezando a hacer análisis de humedad. Esta campaña no apuntaré a altos rindes y el techo lo pondré en un máximo de 150 quintales por hectárea, con una doble dosis de fertilización”, asegura. En el caso de lotes de alta calidad y con agua disponible, sembrará ciclos intermedios/largos, mientras que en un 40% de la superficie planifica fechas de implantación de fines de noviembre, con híbridos de ciclo corto.
Así como empezó probando la genética de maíz, Ballari también ya fue evaluando la calidad de la soja Stine con ensayos en su campo. En este caso, también comprobó la calidad de “Enlist”, biotecnología que confiere tolerancia a los herbicidas 2,4-D, glifosato y glufosinato de amonio. «Ya decidimos la siembra de semilla 100% fiscalizada de soja de la marca para buscar una solución alternativa a la grave problemática de malezas resistentes que padecemos en nuestros campos. De esta manera diversifico un poco el manejo herbicida entre resistencia genética y paquete tecnológico, y respecto a la combinación de productos que vengo aplicando», reconoce el productor. |