La exposición de la Presidente Cristina Kirchner el día de ayer en Italia muestra el largo recorrido de un país sin cifras ciertas, sin números y en donde cada uno construye la hipótesis que más le conviene.
Así como ayer fue el índice de pobreza, barbaridad que no resiste el análisis del más fanatizado kirchnerista, tampoco sabemos ni nosotros, ni el mundo, aunque todos lo percibimos, cuál es la inflación real, cuál es el salario mínimo (con qué tipo de cambio se toma) cuál es el gasto publico real, cuáles son las reservas reales del Banco Central, cuál es la deuda interna con ANSES y así podríamos continuar citando ejemplos. Toda una política oficial del Gobierno que manipula las cifras hasta hacerlas increíbles.
El delirio de considerar la Argentina de hoy, con un 5 % de pobres, solo es posible si se vive ausente de la realidad. Alternativas al intervenido INDEC como las que elabora la Universidad Católica Argentina (UCA) y la CGT sobre el índice de pobreza sostienen que supera el 27%, es decir seis veces más lo que sostuvo la Presidente. Tan solo transitar el país de norte a sur permite ver los pobres reales más allá de los números.
La Sra. Presidente ya nos dijo en Harvard que un país con 25% de inflación estallaría por los aires, y hoy el ministro de Economía la reconoce en esos márgenes; y también nos dijo que no existía el cepo cambiario. Mentir las cifras entre nosotros tiene su significado de decadencia de la buena política y la calidad republicana, hacerlo frente al mundo, nos coloca muy fuertemente debilitados en el concierto internacional y sobre todo ante quienes quieren invertir en el país de los números supuestos.
El próximo Gobierno que asuma en diciembre enfrenta los desafíos de contar con estadísticas confiables, que reconozcan los problemas y los busque resolver. El cambio urgente deber llegar de la mano de la generación de condiciones económicas ideales para la inclusión y el desarrollo genuino que modifique este círculo vicioso de una política económica que genera pobreza estructural y que deja a un 30% de los argentinos fuera del sistema.
Al final, la única verdad es la realidad.