Las malezas más frecuentes en trigo y cebada en la región pampeana son las latifoliadas y las gramíneas. Así lo recordó el investigador Víctor Juan, de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNCPBA), durante el panel técnico referido a protección del cultivo en el congreso A Todo Trigo.
“En los ’80, el manejo de malezas se hacía con 2,4 D, Dicamba y empezaban a entrar las sulfonilureas. En ese momento las crucíferas no eran muy problemáticas, los problemas venían por controlar viola, caapiqui, sanguinaria”, repasó Juan.
“Para el control de latifoliadas lo normal se hacía en presiembra, en intervenciones tempranas con herbicidas del grupo sulfonilureas selectivos para trigo y los tradicionales con fenoxiaceticos como 2,4 D, luego los tratamientos de rescate. Hoy, este tipo de productos basados en sulfonilureas han generado resistencias”, acotó y agregó que con la siembra directa también las sulfonilureas comenzaron a ser parte de las presiembras, usadas junto a glifosato.
“Durante muchos años estuvimos manejando los lotes básicamente con glifosato y sulfonilureas. Así llegamos a estos niveles de resistencia”, reflexionó y explicó que la resistencia es parte de la evolución de las especies. «No las vamos a poder parar, pero podemos retrasarlas o mitigarlas para no tener tantos problemas con los productos que tenemos en el mercado», dijo.
Juan detalló que en nuestro país hay reportados un gran grupo de malezas resistentes que aparecen en trigo. Pertenecen al grupo de las crucíferas, a las gramíneas y otras latifoliadas como Rama negra, Yuyo colorado y algunos cardos. Hay resistencias simples a un solo producto, cruzadas y múltiples (a varios productos de distintos modos de acción).
“En 2,4 D hay que estar atentos de las nuevas formulaciones que pueden mejorar la eficiencia de control de malezas problemáticas”, dijo Juan el mismo día en que se conoció la Resolución 875/2019 de SENASA que completa la prohibición de 2,4 D en formulaciones esteres a partir del 24 de julio de 2021.
Por su parte, para el manejo de crucíferas resistentes, la práctica habitual es arrancar con el lote limpio y luego usar glifosato + 2,4 D con algún PPO en barbecho. “Con el uso masivo y en altas dosis de flurocloridona estamos produciendo presión de selección hasta que se generen nabos resistentes», advirtió Juan y recomendó el uso de mezclas de flurocloridona con otros productos que no generen resistencias. “En gramíneas de invierno estamos trabajando con residuales como Fop’s o Dim’s con glifosato”, especificó.
Pero la gran recomendación de Víctor Juan fue pensar en el manejo integrado que implica evitar la dispersión de semillas durante la cosecha (evaluar accesorios que destruyen las semillas de malezas en la cosechadora), considerar herramientas como el control cultural, rotar cultivos y herbicidas, trabajar en el control genético (considerar variedades de trigo con mayor habilidad competitiva contra las malezas).
En definitiva, hacer un uso adecuado de todas las herramientas disponibles y no descansar solo en el control químico. “A veces estamos pensando en aparatos sofisticados para controlar las malezas pero nos olvidamos de las cosas básicas. Vamos más rápido con la cabeza que lo que hacemos en la práctica. No vamos a la base del problema y nos quedamos dando vueltas en círculos”, acotó el especialista. (fuente AgroClave, diario La Capital)