Desde hace varias campañas, el productor triguero notó un cambio en la intensidad en que se desarrollan las enfermedades en el cultivo. En este contexto, la mancha amarilla es una de las que apareció con mayor gravedad, generando gran preocupación en el sector por su avance a pesar de las estrategias de aplicación de fungicidas utilizadas para controlarla.
En consecuencia, con el objetivo de detectar la posible pérdida o reducción de sensibilidad de los patógenos causantes de enfermedades foliares, un grupo de fitopatólogos de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), con el apoyo técnico-económico de Basf se propusieron analizar el tema en profundidad. Los ingenieros agrónomos Marcelo Carmona y Francisco Sautua fueron quienes lideraron el proyecto.
“Los primeros reportes comenzaron hace cinco años y, desde entonces, el problema fue progresivo hasta el 2018, cuando la enfermedad se presentó con mayor severidad. Fue entonces que decidimos estudiar el tema y Basf nos apoyó en el desarrollo de esa investigación”, comentó Carmona. La alarma se encendió luego de reportes de productores agropecuarios en Bigand y en Venado Tuerto, y en diversas localidades de Buenos Aires como Pergamino, San Pedro, Chacabuco, América, Chivilcoy, Azul, La Colina, Mar del Sud, General Madariaga y General Alvarado.
Para realizar el estudio, se tomaron 91 muestras representativas de cada lote en los que se observaron bajos niveles de control de la mancha amarilla, frente a los productos aplicados. Luego, se llevaron a cabo diversas técnicas para aislar el patógeno.
Se realizaron tests de sensibilidad in vitro a fungicidas y diversos análisis moleculares. La resistencia quedó comprobada y encuentra su motivo en la mutación G143A del gen Citocromo b (Cytb) en el patógeno Pyrenophora tritici-repentis, que otorga una pérdida de sensibilidad a las estrobilurinas en general, una de las moléculas de mayor uso en el control y protección de cereales. Además, se detectaron cepas resistentes a algunos triazoles, algo que aún se continua investigando.
Por otro lado, en algunos casos se vio la existencia de la mancha de la gluma y del nudo, causadas por el patógeno Stagonospora nodorum (Septoria nodorum), que apareció en conjunto y resultó difícil de distinguir. De todas formas, “esto por el momento no resulta alarmante“, indicó Carmona.
Carmona agregó que “es importante tener en cuenta que hay un problema creciente y preocupante en el campo con las malezas. El productor agropecuario argentino en general utiliza fungididas a base de estrobilurinas, que es lo que está fallando. Sin embargo, sabemos que por el momento no todos los triazoles presentaron resultados negativos y que el epoxiconazole y el prothioconazole tuvieron eficiencia“.
Para hacerle frente al problema, Juan Pérez Brea, ingeniero agrónomo y gerente de cereales de invierno de Basf, aseguró que “los productos que en su composición contienen el epoxiconazole de Basf, en combinación con otros principios activos, están funcionando muy bien y, por eso, recomendamos toda nuestra línea de fungicidas“. Además, explicó: “Creemos que es fundamental hacer un tratamiento combinando distintas estrategias de aplicación para lograr mayor efectividad contra las manchas, y así reducir la resistencia”.
Esta investigación molecular es la primera de América del Sur en su tipo. Los especialistas que, junto a Carmona y Sautua, participaron del estudio en la recolección y en el monitoreo de las muestras son Ernesto Sakima (Basf), Andy Rosso, Matías Ermácora, Gustavo Duarte y Alejandro Porfiri.
Carmona recalcó que “el productor tiene que hacer un manejo integrado y no solo hay que pensar en fungicidas, sino que además tiene que hacer un tratamiento de semillas correcto, realizar rotación de cultivos, hacer un monitoreo constante y mantener los niveles de nitrógeno adecuados“. (fuente Diario La Capital)