Las malezas pusieron en jaque el manejo productivo argentino en los últimos años. A partir de las resistencias a los principales herbicidas, que se manifestaron repetidamente en cada campaña y con una diversidad y aceleración cada vez más marcada incluso frente a eventos genéticos de última generación, obligaron a repensar las prácticas.
Tamaña fue la dimensión del problema en aquellos suelos trabajados repetidamente en siembra directa, que desde la propia entidad que propiciaba esta práctica (Aapresid) crearon la Red de Manejo de Plagas (REM) que puso el acento en atender la reiterada aparición de malezas. Pero además, obligó a repensar la agricultura intensiva y el monocultivo, para volver a echar mano de herramientas como los cultivos de cobertura, o de servicios, para frenar las resistencias.
El “control químico” sigue siendo una de las opciones más utilizadas para combatir las malezas, afirma Eugenia Niccia, gerente de REM de Aapresid, aunque también es cierto que la práctica de sembrar cultivos de cobertura o viene creciendo año a año.
Niccia relata que en los últimos tiempos hubo muchos cambios en la práctica, que llegan para dar respuesta al avance de malezas resistentes. Por un lado, destaca que, desde la industria, “hay desarrollo de productos que son de mejor comportamiento ambiental y de eficacia de control” y, por el otro, de parte del productor, las estrategias de uso que se destacan son la “mezcla de activos, distintos momentos de aplicación (residuales, postemergentes, doble golpe) y también calidad de aplicación”. Según explicó, se trata de “factores que antes no eran muy tenidos en cuenta y que ahora están más presentes”.
Se suman también las prácticas “culturales”, como el acortamiento del entresurco, aumento de la densidad, manejo de la fecha de siembra, elección de cultivares, entre otros. “Todas sirven para mejorar la performance del cultivo al hacerle competencia a las malezas”, destaca Niccia.
Ante el avance de malezas resistentes, el ingeniero agrónomo del Inta Marcos Juárez, Pablo Belluccini, coincide en que hoy se trata de integrar “prácticas de manejo que permitan hacerle frente al control”.
No sólo con herbicidas, sino también con “prácticas culturales” como la rotación, uso de variedades que tengan un crecimiento rápido, diseños en el espacio conveniente para que el cultivo cure lo antes posible, semillas de buena calidad. Y también, “cultivos de cobertura invernales” que “están en auge”, pero que “no se pueden sembrar en todas las situaciones”.
La siembra que crece
En Argentina la siembra de cultivos de cobertura viene creciendo a lo largo de los últimos años y muestra una tendencia positiva hacia el futuro. Si bien en la campaña 2019/20 solamente el 19% de los productores realizó cultivos de cobertura a nivel nacional, este valor se quintuplicó en sólo cinco campañas. Así lo indica el último Relevamiento de Tecnología Agrícola Aplicada (Retaa) realizado por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
En la campaña 2014/15, cuando los cultivos de servicio estaban en una fase semi experimental, sólo el 4% de los productores los sembraba. Ese porcentaje fue creciendo año a año con la comprobación de los numerosos beneficios que tiene para el sistema, no solo como forma de competencia contra las malezas sino como vía para mejorar la estructura del suelo, aumentar la biodiversidad y aprovechar mejor el agua.
Así, en la campaña 2018/19 ya había un 13% de los productores que los implementaban, y en la campaña 2019/20 saltó al 19%, según el relevamiento de la Bolsa.
Un relevamiento interno entre socios de Aapresid, mostró que “casi un 70% de los productores destinan al menos un 20% de su superficie a los cultivos de servicio”. Principalmente los eligen como una práctica extra para el manejo de malezas difíciles y así disminuir el aporte de herbicidas al sistema. Pero, también, “tienen muchos servicios más que son muy valorados”, indicó Niccia.
En orden de importancia, según una encuesta interna realizada a socios de Aapresid, estos son: aporte de carbono, fijación y captura de nitrógeno, control de la erosión hídrica, romper densificaciones del suelo, control de la erosión eólica y consumo de agua.
Según Belluccini los cultivos de cobertura más utilizados en la región son: “las vicias —sobre todo viciosa — con la idea de salir a un maíz de segunda fecha de siembra, le sigue centeno, sembrado en abril o mayo con la idea de hacer una soja de primera fecha de siembra”.
Respecto a la demanda y crecimiento de superficie sembrada con estos cultivos, Belluccini expresó: “Estamos viendo que la demanda es buena. A esta altura, por ejemplo, ya es difícil conseguir semillas de vicia, porque subió el precio y atenta contra la implementación de la práctica. Pero año a año los semilleros se preocupan por este tema porque viene creciendo”.
Y añadió: “La siembra de cultivos de cobertura es una práctica que se está haciendo cada vez más, porque logra buenos efectos y ayuda mucho a evitar el nacimiento de malezas. Esto, combinado con otras prácticas, hace que los lotes salgan limpios a cosecha”.
En la comparación por regiones, el relevamiento de la Bolsa revela que en el norte del país hubo una sostenida intención de realizar cultivos de cobertura a lo largo de las campañas, sin embargo, las condiciones ambientales no acompañaron. “Los mayores porcentajes de adopción actualmente se encuentran en el NEA oeste, en el centro-este de Entre Ríos, donde los asesores declararon haber tenido resultados satisfactorios con avena y vicia, y sur de Córdoba, donde la tecnología se encuentra fuertemente adoptada”, remarca.
En la campaña 2019/20, el Retaa incorporó una mejora para relevar los diversos antecesores de los cultivos de gruesa (girasol, maíz temprano, maíz tardío y soja), dentro de los cuales se destaca el porcentaje de área destinada a cultivos de cobertura. El total sembrado a nivel país fue de 352 mil hectáreas, lo que equivale al 1,8% de superficie sobre los 19,5 millones de hectáreas con los cultivos de gruesa. Los valores más altos se observan en el sur de Córdoba con 86.900 hectáreas sembradas, seguido de Entre Ríos con 58.700 ha de cultivos de cobertura.
Nuevas tecnologías
Actualmente en el mercado “hay varias aplicaciones (apps)” que posibilitan “ordenar más que nada el momento del monitoreo”, es decir, georreferenciar lo que se ve en el lote, “llevar registro detallado de todo e incluso algunas permiten identificar especies de malezas”, señala la referente de Aapresid.
Por otro lado, como “nuevas tecnologías” en el control de malezas “podemos mencionar a las aplicaciones selectivas”. Este término hace referencia a la posibilidad de pulverizar “únicamente” en aquellos puntos del lote donde se detecte la presencia de malezas. Esto se traduce en ahorros significativos de producto y menores costos, pero, además, en un “menor impacto ambiental”, agrega Niccia.
Por último, los especialistas insisten en la importancia de seguir trabajando en pos de un manejo integrado de malezas, ya que es necesario una mayor adopción en todos los sistemas productivos. “Hay diversas investigaciones que indican que la única manera de poder combatir a las malezas resistentes es con un manejo integrado de las mismas. Esto refiere a la implementación de más de una práctica de manejo a la vez (mientras más mejor): control químico, cultivos de servicios, prácticas de control cultural, aplicaciones selectivas, elección de variedades con biotecnología”, es decir, mientras más cosas “sumamos” al sistema, “le generamos un escenario más complicado a las malezas dificultando su adaptación”, cierra Niccia.
Finalmente, Belluccini indica que lo último que hay en el mercado son nuevas tecnologías en lo que refiere a “semilla modificada genéticamente para tolerancia a un determinado modo de acción como las sojas tolerantes al glufosinato”. Se trata de la última novedad en el mercado. “Esto viene acompañado del tema de regalías, que forma parte de una legislación de lo que es el Instituto Nacional de Semillas”. (fuente AgroClave, diario La Capital)