La agricultura está en el centro de las discusiones sobre cambio climático. Por un lado, es responsable de aproximadamente una cuarta parte de todas las emisiones globales de gases de efecto invernadero. A su vez, los productores se ven especialmente afectados por las condiciones meteorológicas extremas, como la sequía, el calor intenso, las inundaciones y otras tendencias climáticas cambiantes. Pero la agricultura tiene el potencial de ayudar a resolver esta crisis ambiental mediante la implementación de prácticas climáticamente inteligentes que no solo reducen las emisiones, sino que también eliminan el carbono de la atmósfera.
¿Cómo se emprende este camino?
A través de una serie de prácticas que vamos definiendo con los productores o vamos promoviendo para que vayan adoptando, que se enfocan en buscan aumentar la captura de carbono. Es decir, la cantidad de carbono que nosotros estamos incorporando el suelo o que evitamos que se pierda desde el suelo. También las que están enfocadas en reducir las huellas de carbono, es decir, la cantidad de emisiones que se generan desde el proceso productivo. Y con la promoción o aumento de la biodiversidad del sistema.
¿Cuáles podrían ser estas prácticas agrícolas diferenciadas?
Sobre las prácticas, por ejemplo, relacionadas con la biodiversidad tenemos primero la promoción de la rotación de cultivos. Esto significa abandonar o empezar a evolucionar en eso. No tener más un solo un cultivo año tras año o dos cultivos año tras año, sino rotaciones que sean más diversas, más biodiversas. Que haya más especies desarrollándose en el sistema agrícola. En una segunda instancia, siguiendo esa misma línea estamos promoviendo la incorporación de los cultivos de servicio porque también traen más biodiversidad al sistema. Nuevas especies ocupando un espacio del tiempo que en general estaba libre o donde solo crecían malezas, en el período invernal. No solo promovemos traer solo un cultivo de servicio que nos va a ayudar, sino una multiplicidad de especies combinadas en funciones de las necesidades que tenga cada uno de los lotes. Esto significa que en algunos o vas a tener un grupo de especies que te van a ayudar a generar más residuos o más competencias contra malezas. En otros, vas a tener algunos que ayuden a trabajar en la estructura del suelo rompiendo alguna compactación, por ejemplo. En otros, una combinación de varios de esos factores. Por último, relacionado con la biodiversidad, lo que es el manejo integrado de plagas. Buscamos abordar un control de los que lo que llamamos factores reductores de maleza, plagas y enfermedades, basado en el monitoreo y no solo de las plagas, malezas y enfermedades sino también poder entender cómo se dan las condiciones ambientales para el desarrollo, cómo hay otros organismos que están presentes en los sistemas que nos pueden ayudar a combatir estas plagas. Ahí es donde entran en juego un poco los enemigos o predadores naturales, los cuales también son importantes tener en cuenta al momento de hacer una estrategia de control de factores.
El productor agropecuario seguramente tiene sus prácticas habituales, ¿Cómo puede sumarse a esta nueva mirada o nueva forma de producir? ¿Cómo arrancar y comenzar a insertar esta nueva concepción?
Primero la idea es tener el compromiso de una visión a más largo plazo. Nuestra realidad local y el país a veces, nos hace estar en la disyuntiva de pensar o no de esa manera. Sucede que el productor hace inversiones mayores y corre más riesgo o necesita la liquidez para mantener la empresa. Eso es un punto de partida y después ir sumando prácticas. Hay que tener en cuenta que algunas de estas prácticas ejercen cambios en el sistema, en el agroecosistema, en cómo se dan las vinculaciones entre los sistemas vivos de plantas y microorganismos del suelo. También cómo se vinculan y descomponen todos los residuos, cómo genera una fertilidad nueva o adicional en el suelo. Eso no es un proceso inmediato que ocurre de un año a otro sino que son procesos biológicos que llevan su tiempo. Nosotros hemos visto que con la adopción de estas prácticas hay mejorías en las condiciones del suelo que permiten producir mejor. Con el tiempo se van acumulando los efectos bondadosos de cada práctica. Por ejemplo, una fertilización específica para alimentar a un cultivo específico no es sólo para eso, sino que tiene un efecto residual porque parte de ese fertilizante es absorbido por el suelo, luego queda en los residuos de la planta y luego se descompone mediante los microorganismos y finalmente queda disponible. A lo largo de todo ese tiempo se van acumulando esos efectos residuales de las prácticas y es lo que va mejorando ese sistema. (fuente AgroClave)