Gstionar a veces no es suficiente: las cadenas de la carne y el trigo precisan de una estrategia de largo plazo que permita ordenar la producción y entender cómo vamos a agregar valor para generar empleo y obtener más divisas.
La mejora del tipo de cambio y la quita de retenciones les ayudan a la rentabilidad inmediata, el problema de fondo está en otro lado: precisan políticas de Estado.
No se puede usar el mismo trigo (harina) para hacer fideos, galletitas, pan dulce, pan de mesa o panes artesanales, por mencionar algunos. Sólo implementando un sistema productivo que permita diferenciar calidades -y remunerarlas adecuadamente- podremos recibir inversiones de empresas alimenticias y agregar valor en nuestro país. No se puede hablar de «trigo» , como no se puede hablar de «fruta».
Los nuevos estándares deberán ser respetados por todo el comercio, no como ahora que cada comprador impone las condiciones que quiere. (algo similar pasa en el maíz). Los acopios e industrias deberán dejar de hacer el negocio «fácil» de mezclar calidades y llevarse ellos la prima, en lugar de reconocerla al productor, e invertir en silos e instalaciones.
La carne vacuna carece de un diseño institucional que le dé el marco adecuado de competitividad como tuvieron en su momento los cereales como las Bolsas, los contratos, las cámaras y los mercados de futuros (aunque hoy estén todos cuasi ausentes), con el agravante que es un negocio de mucho mayor largo plazo.
Toda la ganadería debe ser repensada, empezando por los porcentajes de preñez y peso de la carcasa. Hay que poner un rumbo y empezar por el principio: ¿vamos a producir carne «premium» terminada a grano para ir a los mercados de mayor precio compitiendo con los EE.UU., o vamos a producir «a pasto» priorizando un menor costo?, ¿o vamos a recriar a pasto y terminar a grano?? o un poco de cada? En el reciente congreso de la Beef Improvement Federation (BIF) realizado en Manhattan, Kansas, se pudo ver con claridad la posición norteamericana en este respecto: identificaron los diez países más ricos del mundo y allí van con sus carnes y su marketing a pleno. Sus amenazas son Brasil, que comienza a terminar su hacienda con granos, y México, que mejora rápidamente su infraestructura. La Argentina todavía no está en el mapa.
Teniendo voluntad política y valentía se tiene que terminar la corrupción en la cadena de la carne. Empecemos por crear un sistema de identidad de cada vacuno que nos permita terminar con la marca tradicional. Sí, un «chip». Y de allí para adelante. Basta de mataderos clandestinos en los pueblos, basta de competencia desleal entre las industrias. Se debe madurar la carne que va al consumo, premiar la calidad de la media res (ojo de bife, marmoleado y grasa) y apoyar el mercado de Liniers mientras se diseñan mecanismos modernos que permitan el proceso de descubrimiento de precios con transparencia y volumen adecuados.
La genética también deberá ajustarse, y aquí sí que pesa lo que decidamos hoy: pensemos que «las hijas de los toros que se comprarán este año, estarán todavía produciendo en nuestros rodeos allá por 2030».
Durante más de una década de maíz subsidiado se han incorporado alegremente en hacienda mestiza de la pampa húmeda muchas líneas de sangre de alto crecimiento, pero de alto consumo energético, diseñadas en Estados Unidos para su sistema de feedlot. Ahora hay que «recular en chancletas» hacia las líneas de pasto? deshacerse de esas hembras, o gastar fortunas en comida cara.
Por Arturo Vierheller (H) | La Nación