El jefe de la agencia Inta, Juan Pablo Ioele, explica los motivos de los resultados dispares de esta campaña. Esta cosecha se reflejó el impacto del estrés hídricos en las etapas claves del cultivo.
Jefe de la agencia INTA Corral de Bustos, Juan Pablo Ioele, en el sur de la provincia de Córdoba. La campaña 2017/18 ha sido dispar, con un inicio con excesos hídricos y luego un enero, febrero y marzo de bajas precipitaciones. Dentro de este marco, existió una gran variabilidad en cuanto a los resultados.
Variabilidad que se explica, principalmente, por la economía del agua acompañando al cultivo, ya sea por presencia de la napa cercana, como también por lotes con una excelente capacidad de almacenaje producida por años de buenos manejos en cuanto a rotación y fertilización.
La cuenta del déficit hídrico es clara. Si las necesidades de un cultivo de soja en la zona núcleo oscilan entre 500 mm y 600 mm y las precipitaciones durante su ciclo no llegaron, desde noviembre a marzo, a los 300 mm, el agua necesaria para alcanzar los altísimos rendimientos obtenidos en algunos lotes salió del agua almacenada en el perfil.
Además, cuando se trata de años secos, donde los milímetros no acompañan las necesidades del cultivo, es donde se nota ese plus del lote bien manejado.
Obviamente que las diferencias originales existen entre los lotes, principalmente por la ubicación en el terreno, donde no es lo mismo estar en lomas que en medias lomas o bajos, pero acá nos referimos a las diferencias alambrado por medio en similares condiciones respecto de la napa.
Así, esta campaña volvemos a encontrar diferencias importantes entre lotes de soja donde el antecesor era maíz respecto de soja con hasta seis quintales de diferencia por hectárea entre lotes que vienen rotados con trigo/soja de segunda- maíz y luego soja de primera respecto de lotes que vienen de soja sobre soja durante varios años.
Es en campañas como esta donde la siembra directa contribuye a aumentar la productividad del sistema combinada con la rotación de cultivos anteriores que generan escenarios donde se retiene mayor humedad en el perfil.
Esto se debe a que la alta cantidad de rastrojo que aportan las gramíneas en la rotación que, por su mayor volumen, mejor cobertura y mayor duración, son más eficientes en la captación y conservación del agua que el rastrojo de soja.
Este año, al venir de varias campañas con excesos hídricos, los campos quedaron muy huelleados por la acción de la maquinaria, situación por la cual numerosos lotes tuvieron que moverse para emparejar el terreno.
Todos esos sectores de los lotes donde se tuvieron que disquear para poder sembrar están un 20/25% por debajo del rinde promedio en la superficie sembrada directamente del mismo lote, donde es más eficiente en el almacenamiento de agua en el suelo por acumular entre un 25 y un 50% más de agua que el sistema con laboreo del suelo.
En esta campaña no tuvimos problemas en cuanto a la limitación de la radiación o efecto perjudicial por temperaturas, con lo cual el factor principal de la variabilidad de los rindes en una misma zona fue la oferta hídrica en cada lote en particular.
En rigor, la variabilidad entre rindes en la zona núcleo comprende un abanico desde los ambientes sin napa con aptitudes productivas menores y sin rotar, donde se cosecharon lotes de 800 kg/ha, como en la zona de San José de la Esquina o el norte de Cruz Alta, hasta lotes de muy buena calidad con napa y rotados donde se trillaron más de 5500 kg/ha en localidades.
Por Diario La Nación