Trigo: el déficit hídrico demanda un plus de eficiencia en la fertilización

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El crecimiento que venía mostrando el área sembrada con trigo a nivel nacional en los últimos años encontró una barrera que lo frenó en la presente campaña: la falta de agua.

A principios del ciclo, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires proyectaba una superficie de 6,8 millones de hectáreas, 200 mil más que en la temporada 2019/20. Los últimos datos muestran que el área finalmente sería de 6,5 millones; es decir, no solo menos que lo estimado en un inicio sino también menos que el año pasado.

De acuerdo con la entidad porteña, el 64 por ciento de los lotes muestran escasez hídrica y eso ha generado que el 16 por ciento de las plantas estén entre regulares y malas. Un escenario que, además, podría agravarse ya que el grueso de los planteos están recién con dos a tres hojas desarrolladas, lo que significa que todavía no están en su momento de mayor requerimiento de agua.

“La mayor parte de los trigos de ciclo largo ya están sembrados; estamos cerca del final, y con muchos lotes emergidos. El gran cuello de botella ha sido la falta de agua en diversas zonas, como el sur de Córdoba, oeste de Buenos Aires y provincia de La Pampa. Hay una situación notoria de estrés hídrico”, repasa Agustín Garnero, Coordinador Técnico Regional de la Región Sur de Argentina de Stoller.

Este panorama, según Garnero, obliga también a evaluar con especial atención las estrategias de fertilización que se van a aplicar, teniendo en cuenta que la disponibilidad de agua es un factor fundamental para que las aplicaciones de nutrientes tengan el efecto deseado en los rendimientos y la calidad de los cultivos.

“Muchos productores aplicaron urea en la siembra favoreciendo así el nitrógeno. Pero hoy, de cara a la re-fertilización en macollaje, surgen dudas sobre qué estrategias adoptar al ver que las lluvias no serían abundantes”, añade.

Variables

Al hablar de fertilización, hay cuatro palabras claves a tener en cuenta para decidir una aplicación: la dosis, la forma de hacerla, cuál será la fuente del nutriente y el momento en que se usará.

Para Garnero, una forma eficaz de pensar la nutrición es proyectar los aportes nutricionales en función de las diferentes demandas que tiene el cultivo a lo largo de su ciclo fenológico.

Por ejemplo, en el caso de los productos de Stoller, elegir Mastermins Plus en combinación con Stimulate, para cuando en pleno macollaje necesitamos promover crecimiento y aportar micronutrientes vía foliar, entre ellos el Zinc, muy demandado por gramíneas; otra opción es Nitroplus 18 para los momentos en que el cereal requiere de más nitrógeno; por ejemplo, fin de macollaje.

“Siempre hay que recordar que una fertilización foliar es complementaria a la de base para lograr un uso más eficiente de los nutrientes”, menciona Garnero.

Desde su punto de vista, son alternativas interesantes en un escenario como el actual. “Ingresa directamente por la hoja; es decir, es independiente de la condición que tenga el suelo en materia de disponibilidad de agua. Por eso presenta ventajas frente a otras fuentes de nitrógeno convencionales que necesitan sí o sí lluvias para que los gránulos se incorporen a la solución del suelo y la planta absorba el nitrógeno necesario”, agrega.

Y completa: “En términos más sencillos, en un granulado sólido, el nitrógeno se tiene que convertir en otras formas químicas hasta poder llegar a ser el nitrógeno disponible para la formación de proteínas, por ejemplo. Con Nitroplus 18, la planta no necesita gastar energía para convertir el nitrógeno; ya lo tiene 100 por ciento disponible”.

En concreto, la recomendación de Stoller es utilizar 0,25 litros de Stimulate (fitorregulador trihormonal) más 3 litros de Mastermins Plus por hectárea en los casos en que se necesite un aporte balanceado de macro y micronutrientes.

A la hora pensar exclusivamente en nitrógeno de alta eficiencia vía foliar, la dosis sugerida de Nitroplus 18 es de 10 litros por hectárea.

Con estas estrategias de nutrición, se logra un aumento de entre 7 y 10 por ciento en los rendimientos promedio, según Garnero.