La tensión bélica entre Rusia y Ucrania, que escaló con el lanzamiento de la ofensiva militar del gobierno de Vladimir Putin, mueve el tablero en el mercado mundial de girasol, un cultivo que en Argentina tomó impulso en la campaña 2021/22 con un incremento del área del 5,8% respecto del último ciclo.
Los países que hoy están en conflicto son los grandes proveedores de aceite en la región del Mar Negro y la incertidumbre es un factor alcista para los precios, pero también lo son las dudas sobre el abastecimiento mundial de estos commodities. “Tanto el aporte de Rusia como el de Ucrania a estos mercados se vería muy comprometido, por lo que podría significar una escasez en la oferta de estos commodities y, por ende, un contundente salto en sus precios internacionales, algo que ya está sucediendo desde que comenzó el 2022”, puntualizó Maximiliano Donzelli jefe de Research de InvertirOnline (IOL).
Ucrania produce un tercio del girasol del planeta. En la campaña 2021/22, sus agricultores cubrieron 6,8 millones de hectáreas con la oleaginosa, logrando un récord absoluto para el país, indicó un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) elaborado por Patricia Bergero, Desiré Sigaudo y Emilce Terré. El crecimiento del área sembrada estuvo motivado por los altos precios tanto del grano como del aceite, su subproducto más valorado. Pero, además, hubo una importante recuperación en los rindes respecto de la última campaña aunque con un límite impuesto por suelos excesivamente húmedos. Con ese incremento en el área sembrada y en los rendimientos esperados, se espera que Ucrania logre una cosecha récord de 16,7 millones de toneladas que le permitirá industrializar 16,2 millones de toneladas de girasol, augurando una gran campaña exportadora para el aceite.
En tanto Rusia, en el ciclo 2021/22 se convirtió en el país que mayor superficie sembró con girasol en la historia, indicaron los datos de la BCR. Impulsados por los buenos precios de la oleaginosa, los agricultores rusos sembraron 9,69 millones de hectáreas con girasol en esta campaña, incrementando el área en un 13% respecto del ciclo 2020/21.
Sin embargo, a pesar de esta fuerte apuesta por el cultivo, se estima que la cosecha rusa 2021/22 resulte menor a la de Ucrania debido a menores rindes por falta de precipitaciones. Se espera una producción de 15,24 millones de toneladas. “Este volumen conlleva una recuperación productiva del 12% para el girasol ruso frente al ciclo productivo previo, y se encamina a ser la segunda mejor cosecha nacional tras la lograda en 2019/20”, indicaron las investigadoras de la BCR.
La presencia clave de Ucrania y Rusia en el mercado girasolero encienden las alertas en este contexto de fuertes tensiones bélicas, lo que generó en las últimas semanas en un incremento de los precios internacionales.
“Rusia y Ucrania son importantísimos proveedores mundiales de productos como trigo y aceite de girasol y eso aumenta los precios a los cuales Argentina puede exportar este tipo de productos”, indicó Terré, aunque advirtió que un escenario de incertidumbre aunque pueda redituar en el corto plazo, no beneficia a nadie.
“La escalada de tensión lleva a redireccionar compras de trigo, maíz y aceite de girasol por fuera de los mercados de la región del Mar Negro. Descontando menores embarques de trigo y otros productos agrícolas, se teme la interrupción de los embarques ya programados desde los puertos ucranianos”, indicó la BCR.
Un cultivo que crece
Según datos del Ministerio de Agricultura y Pesca de la Nación, la siembra de girasol alcanzó un total de 1,77 millones de hectáreas en Argentina, lo que representa una incremento del 5,8% respecto a la campaña anterior. La intención de siembra, según el organismo nacional había sido de 1,9 millones de hectáreas en agosto. En septiembre, esta estimación se vio reducida debido a las condiciones de sequía que se presentaron en Chaco y Santiago del Estero y eso generó que se terminara la siembra en esta zona con la mitad de la superficie inicialmente estimada.
Se espera, además, que la molienda de girasol aumente un 14%, superando el crecimiento productivo entre campañas. En la zona norte de la provincia de Santa Fe, el proceso de cosecha de la oleaginosa avanza a ritmo lento pero sostenido y según datos del Sistema de Estimaciones Agrícolas (SEA) de la Bolsa de Santa Fe, “el período de recolección durante la campaña 2021-2022 se demoró y amplió, por la prolongación de la fecha de siembra, como consecuencia de la irregularidad geográfica de las precipitaciones ocurridas”.
Aún así, “los rendimientos promedios mínimos o máximos logrados se mantuvieron sin variación hasta la fecha, aunque el productor continuó manifestando inquietud por la presencia de palomas o cotorras, que afectaron y afectarían los capítulos”.
Más allá de las variables geopolíticas del corto plazo “el girasol es un cultivo con muchas oportunidades para consolidar espacios”, indicó el economista especializado, Jorge Ingaramo.
Al realizar una evaluación de la matriz Foda (fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas) señaló que el girasol es un cultivo con más de 90 años de presencia en la Argentina, con un paquete tecnológico de primer nivel, comparado con el aplicado en los países competidores. Existe una “cultura del productor girasolero” que facilita el mantenimiento del cultivo en los planes de siembra, aún en los años con expectativas de baja o menor rentabilidad.
De hecho, Argentina llegó a ser el primer exportador mundial de aceite crudo de girasol. En la actualidad, es un proveedor marginal en este mercado, por lo cual tiene (aumentando los rindes por hectárea y el área) la posibilidad de recuperar posiciones perdidas sin afectar demasiado la estrategia competitiva de los grandes jugadores como Ucrania o Rusia,. Esta situación podría modificarse con la guerra entre ambos países. Según detalló Terré esta semana el conflicto podría tener para la Argentina un “efecto positivo” en esta coyuntura, ya que le permitiría abrir nuevos mercados hacia los destinos que actualmente son abastecidos por Rusia y Ucrania, como son los de África (Egipto) o Asia (Turquía).
El mercado interno de girasol en Argentina está suficientemente abastecido, según detalló Ingaramo. “Los argentinos consumen entre 11 y 12 litros por año de aceite refinado per cápita, para lo cual una siembra de 540.000 hectáreas (un tercio de la actual) es más que suficiente para dichas necesidades”, dijo y la fortaleza de la actividad consiste en que todo el crecimiento futuro se traducirá en mayores exportaciones, con valor agregado.
Además, existe la posibilidad de participar en cuatro mercados perfectamente diferenciados: el citado de aceite de girasol crudo (graneles o envases de gran tamaño); el mercado local y los mercados regionales (con preferencia arancelaria) de aceite de girasol refinado envasado; aceite de girasol o grano de girasol alto oleico (usado para cocciones prolongadas a altísima temperatura y fuertemente demandado por hoteles, gastronomía, catering y turismo, tanto localmente como en el mundo); y girasol confitero, empleado para consumo en distintas presentaciones que van desde la semilla hasta las pipas.
“El productor local puede ir adecuando su plan de siembra según la perspectiva de los diversos mercados, favorecido por el ingreso al Hemisferio norte en contraestación, lo cual provee una ventaja de información en base a los resultados previamente obtenidos en materia productiva por los países competidores”, dijo Jorge Ingaramo.
Se destaca además como una fortaleza la adaptación del cultivo a zonas consideradas marginales o, al menos, distintas de las normalmente vinculadas a la región núcleo.
Mercado dinámico
Ingaramo recordó que el mercado mundial del aceite de girasol crudo es uno de los más dinámicos entre los de commodities alimentarias. El consumo creció en los últimos diez años aproximadamente un 4,5% anual acumulativo, mientras que las exportaciones lo hicieron al 9%. Hay muy pocos oferentes y Argentina es prácticamente el único exportador que ingresa a contraestación a los principales mercados de demanda.
El gran proveedor mundial de aceite crudo de girasol es Ucrania (50% de las exportaciones), que produce para exportar. El segundo proveedor es Rusia (25 a 28%), que tiene un elevado consumo interno. La Argentina (5 a 7%) puede abastecer en los próximos diez años el incremental de demanda que no pueda ser atendido por Ucrania, que ha llegado a niveles máximos de área y rendimientos por hectárea, ambos compatibles con los incentivos económicos que reciben los productores.
“De mantenerse la tendencia en la demanda mundial y en caso de no aparecer nuevos grandes proveedores (poco previsible) se requerirá por campaña un millón de hectáreas de girasol adicionales en el mundo”, dijo Ingaramo y planteó que esto genera un espacio de oportunidad bien claro para la Argentina.
“Nuestro país debería volver, al menos, a 2,5 millones de hectáreas, como en la campaña 2006/2007, y algo más de 5 millones de toneladas de materia prima. Con ello cubriría en parte la demanda mundial adicional. Nuestra capacidad industrial de molienda admite, sin mayores inversiones, ese aumento en la producción (de 3,5 millones de toneladas a 5 millones por año)”, destacó el especialista.
Entre las debilidades que persisten es que Argentina no accede al precio pleno del mercado CIF de Rotterdam, el de mayor poder adquisitivo, especialmente por las bajísimas tolerancias a residuos de insecticidas de parte de la Unión Europea.
“Nuestra industria exportadora compite, costo y flete, con los precios Fob del Mar Negro, determinados por el principal proveedor mundial que es Ucrania y adicionalmente, nuestro país tiene mayor distancia (fletes más caros) a los mercados de destino de las exportaciones, con respecto a los países competidores”, aseguró Ingaramo.
Hoy todas esas variables pueden transformarse en un tablero mundial donde la amenaza de la guerra puede representar, barajar y dar de nuevo. (fuente AgroClave, diario La Capital)